México necesita que los ciudadanos reaccionemos

Teresa Gurza[1]

Imposible escribir sobre cosas agradables en México, ante las insensateces que pasan dejándonos impávidos.

¿En qué infierno nos hemos convertido, para que camiones con cadáveres humanos deambulen por al menos cuatro estados (Jalisco, Guerrero, Baja California y Veracruz) pretendiendo dejarlos sin ser vistos?

Macabra carga que, a no ser por el olor, hubiera pasado desapercibida; y que a decir de algunos chóferes, llevaba dos años buscando destino.

Un artículo de David Marcial Pérez para El País revela que fue precisamente el tufo, el que este 14 de septiembre de 2018 alertó a Martín Alonso de 30 años, quien fumaba marihuana en su casa de Tlajomulco, cerca de Guadalajara, cuando sintió que algo apestaba y no precisamente a mota.

Siguiendo el rastro del hedor, dio con un tráiler medio escondido detrás las humildes viviendas de la colonia, y del que escurría sangre.

De eso nos enteramos horas después de que la prensa publicara fotografías de ropa, incluso de bebé, extraída de fosas en Veracruz.

A ambos lugares fueron llegando mamás, papás, novias y esposas que tapándose las narices, confiaban encontrar a los suyos; aunque fuera en estado de pudrición.

Habíamos visto ya desaparecer a los 43 de Ayotzinapa; y camiones llenos de emigrados a punto de la asfixia; y a niños anhelando ser sicarios y trabajando de halcones.

Pobreza y desigualdad, recortes a los presupuestos para educación, salud, investigación, justicia y la seguridad pública de todos, no la de quienes usan blindajes y guardaespaldas; policías y gobiernos infiltrados, casi 300 000 muertos y más de 37 500 desaparecidos, torturados y desaparecidos, fosas y cadáveres, y cárteles y narcos en auge pese a un billón de pesos gastados en acabarlos, son el resultado de la guerra contra las drogas, y causa de la violencia, complicidades y corrupción que nos agobian.

¿Con qué cara nos viene a decir ahora Zedillo, más de veinte años después, que se equivocó al enfrentarlos y que combatir a los narcos, como se ha hecho desde su sexenio, “es ejemplo de fracaso”?

¿Con qué cara Fox demanda hoy permisos para plantar marihuana?

¿Con qué cara Calderón sigue sosteniendo haber hecho lo mejor?

¿Con qué cara Peña Nieto se para en el balcón de Palacio para dar el Grito, junto a una mujer estrenando un carísimo vestido rojo y una ridícula familia ataviada como para salir en telenovelas y simulando alegre normalidad?

¿Con qué cara AMLO, a quien debiéramos aclarar que ganar las elecciones no lo hace dueño del país ni de sus instituciones, hace giras de agradecimiento y reuniones pidiendo a los familiares de quienes ya despiden fetidez, perdón y olvido y anunciando que, pese a los millones “desviados”, Rosario Robles no será perseguida?

¿Con qué cara el gobernador del Estado de México gasta cientos de millones para publicitar un informe de gobierno que a nadie importa, pero sigue el caminito del que insiste en que “lo bueno siga contando”?

Y ¿con qué caras podremos quejarnos si seguimos sin reaccionar?

Es cierto que millones lo hicieron con su voto; pero al parecer, no se entendió el mensaje.

Nos ha contagiado la indiferencia del gobierno en funciones, del entrante, de los estatales y de senadores y diputados ocupados en adivinar nombramientos, presumir tupperwares, repartir pastes, hacer citas con scorts, dormir, o repartir tan mal las comisiones, que la de Salud y Cultura tocó al homofóbico Partido Encuentro Social, que desapareció electoralmente tras costarnos, junto a Nueva Alianza, cuatro mil millones de pesos. (casi 180 millones y medio de euros).

¿Estaremos locos?

Tuvo razón Jorge Castañeda, al preguntarse en Es la Hora de Opinar de este lunes, qué es eso «peor» con que nos amenazaban Calderón y Peña que pasaría, si no iban contra el crimen organizado; “¿qué peor escenario hay, que el pozolero y los trailers?”

Colapsó el gobierno, colapsaron los partidos, colapsó tanto nuestra confianza en las autoridades, que según cifras de esta semana del Inegi, el 79 por ciento de los mexicanos mayores de dieciocho años nos sentimos inseguros.

Colapsaron las instalaciones forenses de las principales ciudades, porque hay tantos cuerpos sin identificar que no alcanzan a ser cremados, porque también eso cuesta y no hay dinero.

Colapsó la Ciudad de México, colapsaron los sistemas de drenaje de entidades importantes y las lluvias se llevan personas, casas, árboles y vehículos.

Está colapsando la medicina, porque como denuncia Arnoldo Kraus en Nexos, “salud y enfermedad son negocios lucrativos»; y al someterse a las leyes del mercado, inventan enfermedades con frecuencia inofensivas para incrementar la venta de medicamentos y el enriquecimiento de farmacéuticas y médicos.

Y colapsan las Iglesias por los abusos sexuales.

¡Reaccionemos!

  1. Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente
editor
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