Las impactantes imágenes del fotoperiodista Santi Palacios existen, andan por las redes y se comparten gracias a Dios. Una vez más, entre el lujo, la fiesta y las vacaciones, Europa mira para otro lado cuando en un día como hoy miles de migrantes se ahogan en una balsa intentando llegar a tierra. Sus palabras a la hora de compartir en Twitter una imagen no fueron otras que, «Ahora mismo en el mediterráneo central». Sí, ahora mismo; en un día como hoy…de nuevo.
Unas personas encima de otras, muertos y lloros, dolor y rabia, condiciones infrahumanas para llegar a la tierra prometida. Santi Palacios retrató una vez más el horror y la distancia que tienen las autoridades con respecto a estos seres humanos que siguen llegando en el siglo XXI. Imágenes desoladoras, el desgarro de una madre o el llanto de unos niños que se habían quedado huérfanos; unos más, una vez más, en un día como hoy.
Palacios fue galardonado con el premio nacional de Fotoperiodismo y el princesa de Asturias de la Concordia; ¡qué gran contradicción! Algo no casa en estos premios. El que denuncia y el denunciado. Uno que sigue fotografiando la realidad y una Unión Europea que está mirando a ver dónde pasa las vacaciones; unos mejor, y los demás genial. Ninguno piensa en ellos; en los de siempre, en los que tienen en su haber la nada porque nada dejan, nada pierden y acaso llegan a tierra para tener nada. Huyen de la guerra, del hambre, de la miseria y son personas nacidas en este siglo; ese de la tecnología, del lujo, del fútbol, de la lujuria, del bienestar y de la perdición.
Las redes sociales tampoco han ayudado. El periodismo de denuncia existe por valientes como Santi, pero no se respeta en los cuarteles generales de Facebook, en donde, misteriosamente, desaparecen las imágenes que trasladan preocupación, violencia o contenido relacionado con los derechos humanos. Pero, ¿en qué quedamos Mark Zuckerberg? ¿Estamos o no estamos trasladando la realidad? ¿Es Facebook un sitio para poder denunciar lo que los periodistas ya han avanzado? A lo mejor nos equivocamos de ventanilla y dejamos que la plataforma sea para compartir qué te estás tomando en la playa o tumbado a la bartola con tu churri. A lo mejor, solamente les interesa seguir tu vida en streaming para poder venderte aquello que publicas y que caigas en las redes de lo pactado; todo felicidad, sigamos mirando en bloque para otro lado, que ya los rescatará alguien de la miseria…
De nuevo hablamos de lo mismo, sí, seguimos denunciando lo mismo, sí, y no llega, no. Ya sabemos que es una lancha más, una barcaza, una balsa y muchas personas en el agua ahogadas. Ya no sabemos el número ni tampoco su identidad. No es el niño Ayllán que murió y la playa se retrató a sí misma entre olas; solito, desamparado ante la realidad de este miserable primer mundo. Eso llegó, quizá, en parte, un rato; pobrecito, el pequeño… Al rato, nos pusimos a compartir otra de las idioteces de la red de redes para que esa alteración de la vida fantástica no nos llevara a la deriva del dolor, ¡cuánto compromiso si nos ponemos en ese lado de la vida! ¿verdad?
¿Sirve de algo el fotoperiodismo actual? Por supuesto, sirve y servirá, queridos colegas. Sirve dejar en una imagen constatado cómo se mueve el mundo, en agosto, en febrero o cualquier día del año. Para los que viven en este mundo, no existen fechas ni tampoco realidades. Solamente existe la vida y enfrente la muerte. Y esa, la ven muy a menudo en su día a día. Salir, enfrentarse con la mar y salvar la vida es toda una imagen. Quizás una que no estemos dispuestos a compartir porque salir de la zona de confort nos causa estrés y para estrés ya tengo el del atasco mañanero.
¡Acabáramos!
