Mindscape, ‘paisajes de la mente’, tal es el significado del último título del cine español, que es a la vez cine de Hollywood, con dirección española pero producción mixta, escrito y rodado en inglés y con un reparto mayoritariamente americano, que así manifiesta su vocación de ser universal para llegar a un público que también lo sea.
Una aspiración ambiciosa y, a la vista de los resultados, yo diría que lograda, pues Mindscape, que comparte la doble nacionalidad y que en España se ve en inglés con subtítulos en español, es una película que llena las aspiraciones de los cinéfilos, particularmente de los devotos del cine negro, con una austeridad expresiva que nunca cansa y una fuerza sugeridora capaz de sumergirnos en atmósferas que son a la vez de ensueño y pesadilla.
Un mundo de belleza podrido, sí, pero no a la manera en que esperábamos según los cánones que se nos habían dado sino una podredumbre distinta que alguien habrá de desentrañar. En Mindscape estamos ante un verdadero thriller psicológico que protagonizan actores de Hollywood consagrados, como Mark Strong (El Topo, Sherloch Holmes), Taissa Farmiga (American Horror Story, The bling ring)), Brian Cox (premiado como mejor actor en Sitges 2010 por Red, X-Men 2) y por parte española, el ganador del Goya Alberto Ammann (Celda 211, Invasor).
Pero vayamos al argumento: «Un hombre con la habilidad de entrar en los recuerdos de las personas se ocupa del caso de una brillante pero problemática adolescente para determinar si es una sociópata o víctima de un trauma».
El ambiente de misterio y la atmósfera de culpabilidad difusa se recrean de forma impecable, no hay duda de que el cine negro ha tenido mucho que ver en la creación de interiores, paisajes y tipos. Todo está tan bien repartido, la tela de araña tan tejida, que hasta el más crítico de los finales posibles se nos escapa. Y allí nos dejan, preguntándonos cómo es que podía suceder eso sin que un lector de mentes y de recuerdos de tal categoría, muy al contrario… en fin.
El caso es que la película, con sus noventaytantos minutos, sabe a poco, y esto, que para mí es el signo inequívoco del éxito, fue el más común de los comentarios a la salida. Con gusto se vería un mayor despliegue antes de precipitarse en el sorpresivo final y un desarrollo mayor de la peripecia que mostrara a los personajes protagonistas en toda su complejidad, con las ramificaciones a que ello pudiera dar lugar. Pero eso nos sacaría de lo comercial y esto, ay, sigue mandando.
Ahora bien, uno como espectador desearía ir viendo, punto por punto, el por qué de lo que uno mismo se sigue preguntando. O mejor dicho los porqués. ¿Por qué un experto lector de paisajes mentales, el mejor según su mentor, se deja engañar como un catequista?, ¿Por qué no hace caso a nadie de los que le advierten y se entrega tanto a la supuesta víctima?, ¿Por qué ni siquiera la atracción amorosa es más fuerte que su pasión redentora «de libro»? El caso es que el hombre, huyendo de una piedra, es el único animal que tropieza en otra, y esto también es un clásico.
Como curiosidad, en la rueda de prensa que convocó Warner Bros en Madrid, el joven director de la película, el español Jorge Dorado, se despachaba sobre la situación del cine español actualmente en crisis: «No me explico lo que pasa aquí: tanto talento y es imposible poner nada en pie. Allí (Estados Unidos) están acechando que aparezca un talento para financiarlo.» Pues está clarísima la causa de la crisis.
La producción mixta también, según cuentan en la misma rueda, se puso patente en los más mínimos detalles produciendo anécdotas más chuscas que risueñas. Los actores norteamericanos se solidarizaron con el equipo español y compartieron con ellos, por ejemplo, los humildísimos medios de transporte de que disponían, negándose a usar los suyos propios, más lujosos, como adecuados a su categoría, que tenían a su completa disposición.
Mindscape está en los cines desde el 24 de enero.