Sin duda estamos ante un homenaje a un oficio tan querido como vilipendiado y que tanta gloria da a intelectuales y artistas cuando se ocupan de él (Heinrich Böll, Manolo Tena, José Ramón Fernández, por escoger a tres que me son queridos) hasta el punto de que el aria de la ópera I pagliacci, de Ruggero Leoncavallo, la saben tararear hasta los niños de teta.
Y sin embargo, qué poca compasión hacia el payaso, el mundo sigue igual de banal y petardo. Hazles reír, que a la hora de la verdad te dejarán tirado como un payaso mientras ellos siguen la juerga en otra parte.
A la hora de la verdad. ¿Ma quale ora?, se preguntará con razón el payaso sin entender nada de por qué la gente es capaz de seguir igual después de haber reído con él, de salir a la calle y tirar despreocupadamente a la basura aquella flor que él les puso en la mano. ¿Crea sentimiento de culpa la risa? ¿De culpa o de pecado, que también esto lo trata El minuto del payaso, y tal vez, no se sabe, tal vez venga de ahí esta estigmatización del payaso que por unos momentos nos hace olvidar que somos… carne de cañón?
Porque un payaso en un momento te pone el alma en la mano para que tú, saliendo a la calle, la tires al aire y te olvides, ¡qué oficio más bello y más vilipendiado!
Esto es lo que le piden sus jefes al payaso: «Tú sales, haces plis plas y fuera, tienes un minuto». Lo que se llama un básico en la jerga del circo o del teatro. Estamos ante un monólogo que recrea las vivencias de un clown en horas bajas, casi se desnuda del todo ante nosotros porque todo lo que tiene lo lleva consigo en esa maleta, y ese deshacer de maletas también es una forma de desnudarse. Así que son dos los desnudos, el hombre y sus posesiones.
He aquí la sinopsis del texto de 65 minutos de duración en que viendo al payaso, nos podemos reír y si queremos, si ése es nuestro temperamento del día y de la hora, llorar al mismo tiempo:
Un payaso maduro se adentra en un camerino a la espera de que llegue su turno. Mientras, de fondo y por megafonía, se escuchan las presentaciones en italiano de cada uno de los artistas del circo. Amaro Junior se va transformando en ese ser dispuesto a hacer sonreír hasta a los muertos. Su pasado no tarda en hacerse presente. El recuerdo de sus inicios, más interesado por los elefantes que por recibir tortazos. El resentimiento hacia su padre, un hombre que impuso el oficio familiar al hijo. Anécdotas vitales que nos arrastran de nuevo a ese tópico del payaso melancólico y solitario, aunque sin llegar, ni mucho menos, al de asesino en serie.
Personajes que como El Chino de Burgos, por poner un ejemplo, eran grandes llevando una vida miserable y que aprovecharon ese minuto para brillar. El minuto del payaso. luego siguieron su camino anónimos, tan desconocidos e ignorados como antes, trillando las cunetas de España.
José Ramón Fernández es Premio Ojo Crítico, Premio Max de la SGAE y Premio Nacional de literatura dramática. Luis Bermejo es actor de cine (Magical girl) y de teatro (Jugadores) y con El minuto del payaso está en su, quizás, mejor actuación.
- Título: El minuto del payaso
Autor: José Ramón Fernández
Compañía: Teatro del zurdo.
Dirección: Fernando Soto.
Intérprete: Luis Bermejo.
Edad recomendada: A partir de 16 años.
Duración: 65 min.
Diseño de escenografía y vestuario: Mónica Boromello.
Diseño de iluminación: Eduardo Vizuete.
Espacio: Teatro Español (Plaza de Santa Ana, Madrid)
Fechas: Martes a domingo hasta el 11 de octubre