El saharaui Mohamed El Ayoubi, uno de los 24 presos de Gdeim Izik, ha fallecido en El Aaiún aquejado de graves dolencias que se le agravaron por falta de cuidados médicos y las prácticas de torturas que sufrió en los periodos de detención que padeció como consecuencia de su activismo, informa Cristina Martínez Benitez de Lugo.
Mohamed El Ayoubi fue condenado a 20 años de prisión en un juicio militar tan absurdo que la propia justicia marroquí lo anuló, exigiendo la celebración de un nuevo juicio. Fue puesto en libertad, para que no se les muriese en la cárcel: su grave enfermedad –diabetes y hepatitis B- no había sido tratada por sus carceleros, y las torturas agravaron su estado de salud. Nada más salir de la cárcel, un saharaui adinerado le costeó el tratamiento de diálisis que necesitaba.
El Ayoubi ya había estado encarcelado en otras tres ocasiones.
A pesar de su salud, tuvo que acudir al segundo juicio –otra farsa- que se celebró en 2017 en la ciudad de Salé (Marruecos) lejos del Sahara Occidental donde supuestamente se habían producido los hechos de los que se le acusaba: constitución de banda criminal, ejercicio de violencia contra agentes del orden público en el ejercicio de su función ocasionándoles la muerte.
Declaró en el juicio que había comprado una jaima pequeñita y que la instaló en el campamento de Gdeim Izik. “Soy un hombre sencillo. No fui a Gdeim Izik para cometer actos de violencia, pero sí fui objeto de violencia”. Declaró con tranquilidad a toda la batería de preguntas de la acusación, que si había visto armas blancas, que con quién se codeaba, que si conducía un autobús para atacar al ejército… “Pero si no sé conducir. En el atestado redactaron lo que les dio la gana. Me cogieron la mano y se imprimió mi huella”.
Declaró que le violaron en el desmantelamiento, que le pegaron tan fuerte en los genitales que se los dejaron destrozados. Sangraba por la entrepierna. “He perdido mi virilidad”. “Me esposaron, me llenaron la cara de escupitajos, orinaron sobre mí. Me echaron un cubo con basura y agua sucia. Me humillaron. Me rompieron el hombro”. Así se refería a su detención. En el juicio, el Tribunal no consintió que le hicieran una inspección de torturas porque no estaba detenido. Aunque ese supuesto examen no sirvió para nada en los demás casos. No se detectaron torturas.
A El Ayoubi le hicieron declarar en este segundo juicio, pero no le juzgaron con los demás. Lo hicieron varios meses después, sin observadores, el 21 de diciembre de 2017. Nadie supo de esa audiencia, ni siquiera El Ayoubi. Le volvieron a caer 20 años, condena que no se ejecutaba por su delicado estado de salud.
El 22 de enero le cortaron dos dedos del pie derecho. Estuvo en coma un tiempo. En el hospital “Lo tenían abandonado, sin ningún interés”, declararon sus familiares.
Cristina Martínez Benitez de Lugo sostiene que «siguen torturando a los presos, y la comunidad internacional sigue sin reaccionar. Desde noviembre de 2010, los presos de Gdeim Izik padecen unas condiciones espantosas, a merced de sus torturadores. Y están separados entre ellos, lejos de sus familias, alejados de sus abogados y tienen problemas con las visitas. Aislamiento para ocultar su difícil situación. No es el primer preso saharaui fallecido por torturas de Marruecos, pero es el primer caído del grupo de Gdeim Izik, un grupo compacto, con una entereza y un coraje admirables. Algo tiene que cambiar. Que al menos la muerte de El Ayoubi sea un detonante para exigir derechos humanos a Marruecos, como primer paso a la autodeterminación».