MSF expulsada de la isla de Nauru, donde Australia concentra a sus refugiados

Médicos sin Fronteras (MSF) denuncia que el 5 de octubre de 2018 las autoridades australianas han cancelado el contrato que tenían con la organización humanitaria para que se ocupara de los refugiados que viven en la isla de Nauru[1], la república más pequeña del mundo situada en mitad del Pacífico, donde tiene concentrados a los migrantes que recoge en aguas internacionales y que, según MSF, se van a ver ahora privados de los tratamientos de salud mental que necesitan imperativamente las personas que atraviesan ese tipo de situaciones. La organización tiene ahora que abandonar la isla.

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Protestas de migrantes detenidos por Australia en la isla de Nauru

“Es una vergüenza que digan que ya no son necesarios los cuidados que proporciona MSF; la salud mental de los refugiados, retenidos indefinidamente en Nauru, es más que crítica. En los últimos once meses hemos constatado un número alarmante de intentos de suicidio y automutilaciones entre los hombres, mujeres y niños refugiados y solicitantes de asilo que hemos tratado», asegura la doctora Beth O’Connor, psiquiatra de  MSF. “Nos ha sorprendido particularmente el número de niños que presentan síntoma de destete traumático, lo que implica un deterioro de su estado hasta el punto de que se vuelven incapaces de comer, beber o incluso de ir al wáter”.

Desde el mes de noviembre de 2017 los psicólogos y psiquiatras de MSF han venido proporcionando tratamientos esenciales de salud mental para estabilizar los síntomas de presentan decenas de pacientes en Nauru, aunque en sus condiciones es imposible darles una solución terapéutica definitiva: “Con frecuencia, nuestros pacientes describen su situación como peor que la cárcel, porque al menos en la cárcel uno sabe cuándo va a salir. Evidentemente, no hay solución terapéutica para estos pacientes que se encuentran atrapados en la isla. Pero detener el tratamiento solo puede agravar su situación”.

Los análisis médicos efectuados por MSF sobre las personas concentradas en Nauru corroboran que se encuentran en un estado de desesperación absoluta. Al menos 78 han manifestado a los facultativos haber intentado suicidarse  o tener pensamientos suicidas. Algunos niños de menos de nueve años han dicho que prefieren morir a vivir en la desesperación de Nauru. Los que presentan un estado más preocupantes son los que han sido separados de su familia, a causa de la política migratoria de Australia, que las organizaciones  humanitarias califican de ciega y cruel, en virtud de la cual los refugiados que llegan en barcazas por mar son rechazados y enviados a países que tienen acuerdos económicos con Australia, entre ellos Papuasia Nueva Guinea y la República de Nauru, donde permanecen indefinidamente.

“¿Cómo es posible que el gobierno australiano describa la detención en el extranjero como política humanitaria? ¿Qué tiene de humanitario abandonar a las personas en esa cárcel a cielo abierto que es Nauru? No son los facultativos de MSF los que deberían abandonar la isla, sino los más de mil solicitantes de asilo y refugiados, entre los que hay 115 menores muchos de los cuales padecen ‘síndrome de resignación’,  que Australia tiene encarcelados allí desde hace cinco años”, reflexiona O’Connor.

Ante la gravedad de la situación, MSF hace un llamamiento a la comunidad internacional: “La única solución para que esas personas se curen psicológicamente tras años de exposición a experiencias traumáticas y a una detención sin final –dice la doctora Christine Rufener, psicóloga- es su evacuación inmediata a un ambiente estable y seguro donde puedan tener acceso a tratamientos médicos de calidad y dispongan de las libertades fundamentales que merecen todos los seres humanos”.

Nauru, del sueño a la pesadilla

Según el programa “Geopolitis” de la televisión pública suiza en lengua francesa, hace menos de veinte años la isla de Nauru era uno de los países más ricos del mundo. Hoy, el estado está en quiebra y el 90 % de los 9000 habitantes que quedan  son obesos –consecuencia de las costumbres adquiridas en el período de abundancia- y no  tienen trabajo. La isla intentó convertirse, sin éxito, en paraíso fiscal para atraer capitales.

Colonizada sucesivamente por Alemania y Australia, Nauru, conoció un importante desarrollo gracias a la explotación y exportación de fosfatos destinados a abonos agrícolas, tratados en una fábrica construida por Australia que conseguía beneficios casi ilimitados. Pero los habitantes pelearon por su independencia, lo que consiguieron el 31 de enero de 1968. Compraron y nacionalizaron la empresa de fosfatos y hasta 1998 los habitantes de la isla conocieron un período de bonanza: en 1974 batieron todos los records con un PIB por habitante que era el segundo del mundo, después del de Arabia Saudí y tres veces más elevado que el de Estados Unidos. La República de Nauru invirtió en el sector inmobiliario en Melbourne y Washington, compró tierras en otras islas del pacífico, construyó un campo de golf de lujo y creó la compañía Air Nauru, que tenía rutas que cubrían la mayor parte de Oceanía.

En los años 1990 llegó el descenso a los infiernos, se agotaron las minas, hubo una mala gestión de las finanzas públicas y la degradación de los servicios de salud propició la aparición de una serie de enfermedades relacionadas con la falta de higiene. Todo ello llevó a la pauperización de la población, y del país, hasta llegar a la quiebra nacional.

Hoy, la casi totalidad del territorio de Nauru se parece a un desierto pedregoso. La sobreexplotación del fosfato ha degradado el medio ambiente: se ha excavado en el 80 % del territorio y han muerto especies enteras de aves. Tras vender los edificios que poseía en el exterior, la República de Nauru empezó a dedicarse a actividades ilegales, como el blanqueo de dinero de la mafia rusa de San Petersburgo y la venta de  pasaportes falsos que siguen circulando por el mundo. Taiwan, que tiene la única embajada que existe en la isla,  ha comprado la línea aérea que une Nauru con Australia, a cambio de que la isla le apoye en su deseo de conseguir un sillón en la ONU.

Y llegamos al final: en Nauru hay una cárcel que no es propiedad de la República sino de Australia. Un campo de internamiento habitado por migrantes clandestinos que Australia captura en aguas internacionales y que, al ser enviados inmediatamente a Nauru, se quedan sin la posibilidad de pedir el estatuto de refugiados políticos. Es lo que se conoce como la “Solución del Pacífico”, que supone para la isla varios millones de dólares anuales.

Enlaces:

  1. Informaciones sobre migrantes retenidos en Nauru
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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