Navidad, dulce Navidad

Hemos llegado al siglo XXI y con él otra navidad para celebrar. Si la comparamos con las que tuvimos antaño podemos ver que muchas personas se reunen en estas fechas para estar con sus seres queridos pero realmente están en otro lugar.

La posibilidad de estar conectado con el mundo, con el otro mundo, con el mundo en donde querríamos realmente disfrutar es posible, mientras nos permite estar en una comida de Navidad hablando con la persona que no está a nuestro lado. Si eso lo extrapolamos a todos los amigos que nos dicen las redes sociales que tenemos, mientras participamos con ellos de forma virtual, les hacemos partícipes de esa navidad que supuestamente estamos viviendo, pero que en el fondo y en la forma, no es la que nos corresponde, porque in situ, volamos a otro lugar delante del respetable sin que nadie se percate de ello.

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Los guasaps, los vídeos compartidos, subir fotos a Instagram entre otras cuestiones, nos hace ver cómo viven otras personas, cuánta es la felicidad que transmiten y cuáles son nuestra expectativas llegados al día 25 de diciembre. Estar guasapeando mientras estás con la tía o el primo de turno es posible porque ahora estamos en dos sitios a la vez y nadie se percata de ello. Por otro lado, traducir en felicidad todo aquello que se vive normalmente para los expertos es todo lo contrario de lo que está sucediendo en la mente de esa persona. Proyectamos una irrealidad necesariamente; una que no queremos pero que está sucediendo.

La red se inunda de un tipo de vida llena de risas, muecas y gente que llega a una edad provecta y solo demuestra viajes de ensueño, casas de lujo, rostros sonrientes y la felicidad a raudales. Ese reconocimiento que va in crescendo a medida que se publica, nos resulta placentero porque liberamos dopamina y se alteran los circuitos de recompensa cerebrales que nos incitan a tener si cabe, mayor curiosidad y motivación para publicar más. El reconocimiento social no solo provoca admiración e interés en los demás, sino nos causa una cierta dependencia cuando escuchamos el tintineo que nos hace mirar compulsivamente al móvil; a ver quién me escribe, a ver quién me ha enviado algo…

Llegados a estas fiestas navideñas exhibir sin pundonor lo que llamamos parafilia y mostramos la parte más íntima de nuestra vida, nuestras emociones y otras actividades  harán que seamos personas admiradas y admirables cuando las sensaciones positivas que sabemos que son ficticias, nos posicionan en la auténtica realidad, esa en la que estamos inmersos sin mayor dilación, y nos precipitan a una depresión que no podemos evitar cuando demostramos aquello que no somos como forma de vida.

Por eso, según el estudio que refiere a la conducta humana que publica Computers in Human Behaviour revela que la red es un espacio ideal para no contar nuestra verdadera identidad y para engañar para conseguir a alguien o algo concreto. Sentir que todo el mundo miente en Internet justifica que lo lleguemos a hacer nosotros para resultar más atractivos, para impresionar y para no asumir la vida real en la que estamos inmersos.

El fantasma de Eróstrato ha llegado para quedarse y para buscar fama, notoriedad o ser el mejor de la panda llegamos a ser unos auténticos exhibicionistas, en las fiestas, en la vida cotidiana que plasmamos en la red y de igual forma, damos a entender que nuestra autoestima está por los suelos, que necesitamos la aprobación social y que hacemos ese postureo para que el mundo vea, quiénes no somos en la realidad. Esa aprobación constante que llega ya a ser patológica en días señalados se incrementa un doscientos por cien porque aunque nos estemos aburriendo como una ostra proyectamos que todo es felicidad y todo, llegado el caso, la mejor vida posible. Veamos luego, cómo gestionamos lo que en ella sucede.

Y mientras usted cuenta su vida en diferido y hace que es feliz, hay cientos de miles de personas que trabajan en Navidad para que todo siga discurriendo de la mejor manera posible. Médicos, enfermeras, bomberos, policía, protección civil, camareros, cocineros, etcétera, etcétera. A todos ellos, gracias y feliz Navidad.

 

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

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