Debería escribir mi diario, un diario. Pero si tú no lees diarios, me respondo. Bueno, he leído los de Eduardo Laporte. Ya, ¿y?
“¿Es bueno siempre acercarse a lo bueno?”, nos pregunta el autor de Diarios, 2015-2016, una obra breve publicada por Pamiela. Una obra que parecería una selección de brillantes posts de Facebook, si uno no hubiera leído una de las entradas de Laporte, esa que dice: “escribir sin megustas ni retuits”.
Eduardo cree que las ideas que se pierden, que no vuelven jamás, son siempre malas. Es una de las muchas cosas de las que discrepo con él. Pero no importa. Que sean muchas. Porque el libro es mejor así, yo puedo discrepar porque me hace hacerme preguntas. Preguntas que apunto… para que no se pierdan y se conviertan en preguntas malas.
Laporte no escribe nada imperdonable, tal y como él mismo afirma en uno de sus ¿posts? sobre otra de sus ¿entradas de diario? Tampoco “la caga en los detalles”, al contrario de lo que le decía una exnovia.
Él nunca apresa la zanahoria, y no sé si elogiarle para que no le parezca yo paternalista; pero sé también por él que no es lícito enfadarse por un artículo más o menos afortunado… ¿cómo este?
Como todos cuantos escriben este tipo de ¿cosas?, asusta imaginar que le vaya a conocer a uno. Lo digo por lo minucioso de sus análisis de las personas, de los instantes. Bueno, a mí ya me ha conocido: el día que presentó sus Diarios, 2015-2016 en Madrid.
Perlas (uno): “el absurdo espejismo de permanencia” de “las charcas de vida efímera” que se generan en las playas cantábricas cuando baja la marea.
A Eduardo Laporte, que ha conocido a gente que dice que “en política, yo soy del Real Madrid”, se le nota que no es de Madrid porque llama a los billares, salones recreativos, que es como se llaman. Ser de Madrid, esa cosa sin ninguna importancia.
Alguien que es capaz de decir del escritor Julian Barnes que es “un inglés lluvioso”, de afirmar que los diarios literarios son el making of de la literatura, alguien que es un correcto español porque, sin despeinarse, sabe echarle al bipartidismo las culpas de sus cuitas con Hacienda, alguien que a la resaca que deja la felicidad la llama nostalgia, alguien como el escritor Eduardo Laporte.
Sigo ganándote, Eduardo, a ti te digo, sí: tú tomaste las doce uvas por vez primera el 1 de enero de 2016 (¿el 31 de diciembre de 2015?), yo aún no las he tomado nunca.
Hay trauma, ¿cómo no?, en los Diarios, 2015-2016. Veamos:
“Lo peor del duelo es que te inhabilita el corazón durante una temporada. Acabada la historia de amor, se te condena a contemplar unos títulos de crédito que pueden durar meses y que te impiden comenzar nada que implique, sentimientos, belleza, ilusión. Corazón paralizado. Daría para una canción cursi”.
Fabuloso, ¿no te parece lector? Y nada cursi. Eduardo no lo es.
Pero hay más. Más trauma. “Cae la pena sobre uno como un enorme piano viscoso”, escribe Eduardo sobre el duelo, el del amor pero también el de la muerte… “para poder llorarlo todo, para poder llorarlo bien”.
Al revés que a mí, a él no le gustó el libro de Astur. le gusta Knut Hamsun. Mal. Lee a Justo Serna. Bien.
Como él mismo afirma, este libro suyo, ¿este género?, “implica lecturas generosas, empáticas y de trazo fino”. Como la mía, ¿que no?
Yo conocí a Eduardo Laporte en Facebook, “esa vitrina loca y viva de gente”, ahora, tras este libro y su presentación madrileña de enero de 2018, le conozco también en persona (como ya dije).
Tal vez Diarios, 2015-2016 sirva “para restar tristeza a la esquina más triste”. Tal vez. Como tal vez sea “la infancia lo más puro y verdadero”.
Vuelve la política, esa que hace que exista quien pueda ser políticamente del Madrid:
“Si una conducta moral destila resentimiento en quien la practica [se coló una erratilla, señor editor: ya sé que las erratas no existen, señor editor: se imprimió práctica], quizá vaya siendo hora de revisar ese código ético».
Es esta obrita (obrita porque es una obra de tamaño reducido) a la que llaman él y su editor diarios constituye ¿sí? unos diarios que “no tienen vocación de sumario de instrucción”, no buscan ser verdaderos pues “lo suyo es que sean auténticos”. Bravo. ¿No es eso lo que pretende la literatura, ser auténtica? Algo con lo que una parte de ella, a la que llamamos Historia, no se conforma, la autenticidad, y persigue, desesperadamente, la verdad.
Echo en falta algo en el libro de Laporte. Suenan pocas canciones en él. Pero, al menos, se escucha la maravillosa All I Have To Do Is Dream, de los Everly Brothers.
Y, para acabar, la gran perla (dos):
“Al final, todo se reduce a eso. Ubicarse en el punto justo entre la desidia y el estrés”.
¿Otra? ¿Otra perla? (Y tres.)
“El deseo de contar fue anterior a los números”.
Si no los has leído, te recomiendo que busques en Diarios, 2015-2016, de Eduardo Laporte, tu propia perla. Tus propias perlas.
[El retrato de Eduardo Laporte, a cargo de la fotógrafa Paloma Toscano]