Los espacios históricos, Espacio Santa Clara, el maravilloso claustro del que fue Real Monasterio de Santa Clara, construido en el siglo XIII y reformado en el XVII, ahora reciclado para fines culturales; la iglesia de San Luis de los Franceses, ejemplo de arquitectura barroca del XVIII. Los teatros Central en la Isla de la Cartuja y el Teatro Alameda albergan en esta 19 Bienal de Flamenco de Sevilla diversos espectáculos y eventos. Una forma de enriquecer las actividades de este festival de casi un mes de duración, desde el 8 de septiembre al 2 de octubre.
En el Espacio Santa Clara hemos visto un par de actuaciones que representan otros aspectos importantes del mundo Flamenco. Una actuación de cuatro Peñas, una extremeña, el resto de Cádiz, Sevilla y Huelva. La primera con el cantaor Manuel Pajares acompañado de las guitarras de Juan Manuel Moreno y Perico de la Paula; José María Cáceres al cante con la guitarra de Antonio Gómez; Samuel Serrano y Paco León y la cuarta con Melchora Ortega al cante y la guitarra de Santiago Lara. Además el grupo sevillano de la bailaora Saray de los Reyes que llevaba nada menos que a su padre Juan de los Reyes, también bailaor, a Pepe de Pura al cante y a Jesús Corbacho a la guitarra. Todos con sus palmeros al compás.
Unos artistas que representan a toda una generación de nuevos creadores que aunque enmarcados dentro del flamenco tradicional, son buscadores de un estilo propio, de su esencia artística.
Un programa de Bulerías, Soleá de Triana y Tientos en la voz sobria y elegante de José María Cáceres. Un Taranto por Saray de los Reyes con un baile que destila hondura y emoción sobre las tablas. Alegrías de Cádiz, Siguiriya y Bulerías por la voz de bronce de Samuel Serrano, jovencísimo valor del cante gitano de la estirpe de los Agujetas. Pregones, Siguiriyas y Fandangos por el cante lleno de rabia y miel de Melchora Ortega, la jerezana de voz valiente y llena de compás. Y finalmente la Soleá por Bulerías que borda el baile de Saray de los Reyes flanqueada por los prestigiosos cantaores Pepe de Pura y Jesús Corbacho; con la percusión de Paco Iglesias, al compás José Carrasco y su padre Juan que se lanza al ruedo a bailar con ella.
Las peñas flamencas no podían faltar. Son auténticas escuelas donde se forman maestros. Son un plus, añaden categoría a esta Bienal tan internacional. Vienen representantes de peñas flamencas en el extranjero. Son otra forma más cercana de vivir el flamenco.
El Teatro Central de la Isla de la Cartuja, construido para la Expo 92, alberga este ballet minimalista, surrealista, contemporáneo y…flamenco muy sabiamente llamado Carta Blanca. Andrés Marín es un sevillano renovador del baile flamenco desde hace décadas. Ha producido siete espectáculos para su compañía, Carta Blanca el último por el momento. Siempre a la búsqueda de nuevos horizontes, rupturista, autodidacta, padrino de la actual edad de oro que vive la danza flamenca.
Carta Blanca es un espectáculo abierto a su universo personal. Un papel en blanco sobre el que va creando su baile, como un acto de libertad, con total disponibilidad para cada momento y lugar, inquieto y alejado de cualquier tipo de certidumbres. Radical y de raíces. Ha elegido un camino que le lleva a recorrer su propia lectura del flamenco, a desandar el camino para reescribirlo sin censuras.
Eso es Carta Blanca: Un escenario desnudo, con alguna que otra silla y algunos objetos no muy reconocibles, libres y armónicos, integrados en una composición minimalista. Tiene invitados muy especiales: Su gran admirador y amigo José Valencia que en esta Bienal está en muchas salsas; y Segundo Falcón, ambos al cante. La guitarra flamenca de Salvador Gutiérrez, la percusión de Daniel Suárez, el clarinete de Javier Trigos y la zanfoña de Raúl Cantizano. La iluminación muy sobria, predominan las penumbras.
Yo vengo de Utrera
Estamos de nuevo en el Espacio Santa Clara, que esta noche se transforma en el patio de una antigua casa de vecinos de la Utrera flamenca, donde se celebra una fiesta familiar, en la que se vive la gracia, el arte y el duende de los gitanos de Utrera. El sentimiento de nuestros mayores al vivir la pureza del flamenco, el que conserva las bases del compás, las estructuras armónicas del cante, los aires del baile y las cadencias del toque flamenco heredado.
Arranca la fiesta con un Martinete que canta El Cuchara, el Patriarca de la tribu que tiene nada más y nada menos que ochenta y seis años y no es el mayor del grupo. El programa sigue con las Bulerías de la Amanecía, con el cante de Joselito Chico, el baile de Gaspar del Perrate de la gloriosa dinastía de los Perrate. Guitarra de Pitín hijo y tres históricos al compás.
Sigue un dúo por soleá, José de la Buena y la guitarra de Pitín de Utrera. Y a continuación el gran homenaje a la dinastía de los Pinini, una de las familias flamencas gitanas más importantes del siglo XX, encabezada por Fernando Peña Soto, El Pinini, el maestro de las alegrías y las cantiñas, nacido en Lebrija y muerto en Utrera en 1930. Maestro de Fernanda y Bernarda de Utrera, Bastián Bacán, el tío Benito, Luis el Marquesito, Pepa de Utrera…
Esta noche el grupo De Pinini va por Cantiñas a cargo de Ana Peña, la guitarra de Pitín hijo y al compás tres cracks, Luis el Marquesito, Jesús de la Buena y Gaspar de la Tomasa. Es la salida a escena de la utrerana más veterana, Ana Peña, que a sus increíbles ochenta y ocho años canta con un vozarrón flamenco desgarrado, moviéndose por la escena como si tuviera cuarenta menos… Sabe a poco.
La noche se anima con el recitado de Enrique Montoya, guitarra y compás de Pitín, Luis, Jesús y Gaspar. Sigue Enrique Montoya dispuesto animar el patio por todo lo alto por tango y copla, nada menos que La Salvaora y ahí siguen a la guitarra los Pitín padre e hijo y el trío al compás de Luis, Jesús y Gaspar.
Despedida con Aires de familias, todo el elenco en el Fandango de fin de fiesta de rigor y luego Bulerías, con el cante de Joselito Chico, José de la Buena, Manuel Requelo, la joven ochentañera Ana Peña, que ahora se lanza a bailar como el que más, de hecho la que más, como diciendo ‘aquí estoy yo’ que soy mayor pero estoy más viva que otros más jóvenes. Puro tronío. Bailan Gaspar del Perrate y Mari del Vereo, vuelve el Patriarca El Cuchara al cante, guitarras de los Pitín, los de siempre al compás, en fin, la tribu al completo. Qué locura, ellos se lo pasan mejor que nadie, porque si no fuera así, aquí nadie se divertiría, y aquí ya está todo el mundo de pie aplaudiendo a rabiar.
Y es que Utrera siempre tuvo su música, “la que viene de la tierra, la que huele a campo, semilla y lluvia. Música de la tristeza del pobre; del fuego y hierro candente, la que duele, la que alegra, la que sabe a sangre en la boca, la del ¡ay! que aviva el alma, la del ¡olé! que despierta y la que cantan las madres para que los niños se duerman”.
Algo así se ha vivido aquí esta noche.