Norman, el hombre que lo conseguía todo

«Eres como un hombre que se ahoga, intentando hacer una ola a un navío»

Excelente interpretación de Richard Gere, “Norman, el hombre que lo conseguía todo” -mucho mejor el título original “Norman: The Moderate Rise and Tragic Fall of a New York Fixer”, algo así como “La moderada ascensión y la trágica caída de un intermediario de Nueva York”- es una inteligente película dramática dirigida por el israelí Joseph Cedar (“Beaufort”,  “Sharon Amrani: Remember His Name”), que hace así su primera incursión en el cine estadounidense.

norman-poster Norman, el hombre que lo conseguía todoAcompañan en el reparto al ya casi anciano Gere Lior Ashkenazi, Michael Sheen, Steve Buscemi, Charlotte Gainsbourg y Dan Stevens.

Según el diario británico The Guardian, Richard Gere interpreta a un arquetípico «judío judío». De hecho Norman, el personaje de ficción creado por Cedar, está en parte inspirado en la vida real de Joseph Süss Oppenheimer, un judío de corte del siglo XVII (1698-1738), que experimentó un ascenso social gracias a la protección de Charles-Alexandre, duque de Wurtemberg, con el que conspiró contra el Parlamento para abolir sus privilegios. Detenido por alta traición, murió ajusticiado. La tradición antisemita ha hecho de él el símbolo del judío espabilado. Su personaje es el protagonista de varias novelas, y su vida inspiró anteriormente la película británica de 1934 “Süss”, así como la de propaganda nazi de 1940 “Jud Süss”.

Norman Oppenheimer es un “consultor” –embaucador, chapucero y fantasioso, que se ha fijado como empresa de vida conocer gente, relacionar a unos con otros y sacar de ello prestigio y dinero; un tipo encantador y exasperante al mismo tiempo, sobre el que parecen resbalar las humillaciones, que corre día y noche por Manhattan exhibiendo como un talismán una tarjeta comercial, que nadie lee y le abre puertas- que traba amistad con un político israelí de segunda fila a su paso por Nueva York.

Tres años después, cuando el político se convierte en presidente y pasa integrarse en el grupo de los líderes mundiales influyentes, la vida de Norman cambia radicalmente para bien y para mal. Deja por un momento de ser el hombre solitario, que quiere ser útil para conseguir reconocimiento, para convertirse en ese tipo al que todos parecen, y sobre todo quieren, conocer, desde un político a un banquero, desde un diplomático a un rabino .

“Hay un ligero sentido del juego, una formalidad de vieja escuela y una declaración preliminar según a la cual esta película es la historia de un hombre, de las faltas y de todos” (Moira McDonald, Seattle Times).

Richar Gere ha decidido someterse al inexorable  paso del tiempo y últimamente interpreta papeles de hombres mayores  (“Time out of mind”, “El bienhechor” o “The Second Best Exotic Marigoold Hotel”). Este personaje de Norman, en un drama de corte poco habitual, podría muy bien ser el inicio de una segunda carrera, olvidados para siempre los papeles de galán y tipos duros, y las comedias de corte romántico. Porque el papel de Norman Oppenheimer es uno de esos que los actores esperan siempre que les ofrezcan algún día: el de un tipo que intenta a cualquier precio ascender en la escala social pero a medida que pasa el tiempo cae en la cuenta “de que envejece, la ropa le va quedando estrecha y su corte de pelo resulta inconveniente” (The Guardian), y que justamente lo que le falta es tiempo. A medida que sus intrigas se hacen más enmarañadas la película se va convirtiendo en un thriller político.

Todo lo que el espectador querría saber sobre el personaje se encuentra en ese subtítulo de la versión original: “la moderada ascensión y la trágica caída de un intermediario de Nueva York” y a la pregunta de si existen los “Norman” en la vida real, el director Joseph Cedar contesta: “Hay mucha gente  en mi entorno que hace cosas que son difíciles de explicar, que no se entiende exactamente como se ganan la vida. Están solas en el mundo. Y cuentan mentiras.  Personas que están en medio de la gente con ideas y la gente con dinero”.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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