Los cimientos de la Fortaleza Europa empezaron a temblar en agosto de 2015, cuando la Canciller alemana, Angela Merkel, anunció la suspensión del Reglamento de Dublín, compleja normativa jurídica que regulaba el ingreso y la permanencia de refugiados sirios en la Unión Europea.
Pocas horas después del anuncio de Berlín, interminables columnas de personas desplazadas emprendieron camino hacia Grecia, primer país comunitario situado en los confines con el Cercano Oriente. En menos de seis meses, alrededor de un millón de inmigrantes llegó a Europa, tierra de promisión para las víctimas de los conflictos étnico religiosos de Siria e Irak.
A los refugiados se sumaron inmigrantes económicos afganos, paquistaníes, somalíes, magrebíes, deseosos de llegar a Alemania, Suecia o Inglaterra. Alguien les había indicado que el paraíso terrenal se hallaba en el Norte. A los inmigrantes, núcleos de aún inconfesados yihadistas que buscaban nuevos escenarios para la pugna entre el Islam – la llamada casa de la Paz – y Occidente – la casa de la Guerra.
Quienes recuerdan los flujos migratorios generados por la Segunda Guerra Mundial no dudan en hacer un paralelismo entre los millones de refugiados europeos y las caóticas formaciones de personas que recorren actualmente el Viejo Continente repitiendo el mantra Alemania.
Resulta sumamente difícil hacer un análisis objetivo de la situación creada por esa marea humana, de las repercusiones socio-económicas de su presencia en suelo europeo, de los aspectos culturales de su integración en una sociedad poco propensa a aceptar las peculiaridades del otro, del ser distinto que desconoce los códigos que rigen las normas de convivencia entre europeos.
En algunos países comunitarios, donde la religión católica está muy arraigada, como Polonia o Hungría, por ejemplo, la llegada masiva de inmigrantes mahometanos provocó un hondo malestar. Un ejemplo: las autoridades polacas advirtieron que sólo aceptarían pequeños cupos de árabes cristianos. Los musulmanes…
Detalle interesante: la Administración Obama trata de convencer a los europeos que la llegada de refugiados procedentes de Oriente Medio tendrá efectos benéficos para la economía comunitaria. Algunos diplomáticos estadounidenses insinúan que Europa necesitará más de veinte millones de inmigrantes en las próximas décadas. Y advierten que las reacciones xenófobas registradas últimamente en algunos países de Europa septentrional – Alemania, Suecia, Dinamarca – se deben ¡ay! a la campaña de incitación al odio llevada a cabo por los servicios secretos rusos, que emplean los viejos métodos de la KGB.
Al inusual histerismo del aliado transatlántico se suma la preocupación de algunos Gobiernos europeos. Hace apenas unas semanas, el Gabinete de Angela Merkel encargó a los servicios de inteligencia un informe sobre la posible participación de Rusia en la campaña de desestabilización política en Alemania, así como la relación del Kremlin con los movimientos populistas de extrema derecha. Por su parte, los analistas políticos de la OTAN advierten: si el Frente Nacional capitaneado por Marine Le Pen se alza con la victoria en las elecciones presidenciales francesas, el responsable del fracaso de los partidos democráticos será… Vladímir Putin.
Extraña manera ésta de interpretar el origen de los acontecimientos. En resumen: Angela Merkel abre la puerta a la inmigración masiva, Grecia se desentiende del control de sus fronteras, pero el responsable del flujo migratorio está en el Kremlin. ¡Palabra de politólogo!
Por su parte, las autoridades de Ankara no dudan en echar más leña al fuego, asegurando que los bombardeos rusos contra objetivos del Estado Islámico en Siria constituyen una injerencia directa en la crisis de los refugiados. El país otomano, que acogió en su suelo a más de dos millones de personas desplazadas, recibirá de la UE alrededor de 6.000 millones de euros para la custodia de los refugiados. Además, Bruselas se compromete a suspender la obligatoriedad del visado para los ciudadanos turcos que viajen al espacio Schengen y a reactivar las consultas sobre la adhesión de Ankara a la UE.
Grecia, mero alfil en este complejísimo tablero de la geopolítica germano norteamericana, no parece muy propensa en asumir el papel de… campamento de refugiados de la Vieja Europa.
Huelga decir que al aliado transatlántico le preocupa más en estos momentos el impacto de la futura alianza entre Rusia y China. Y, por supuesto, el porvenir de su indomable enemigo jurado: Vladimir Putin, encarnación de todos los males. ¿Por qué será?