Luis de Luis[1]
En las postrimerías de un día cualquiera en una ciudad cualquiera del siglo XXI, un hombre irrumpe, desesperado, fuera de sus cabales, en el despacho de una abogada y confiesa que ha matado a su mujer. No se oculta. No se justifica. Da la cara, se identifica, dice su nombre… Da comienzo una vez más la legendaria tragedia de Otelo el moro de Venecia.
Esta vez a cargo de Ramón Paso, que se atreve a firmar junto al bardo y, a fe mía, que el de Stradford – upon – Avon estaría más que satisfecho.
Intensa, veraz, valiente, la función se desarrolla en el presente con un diálogo nocturno entre la abogada interpretada por una Ana Azorín desbordante de cinismo y lucidez veteado de sarcasmo y Otelo al que Francisco Rojas, en un vibrante tour de force, excelentemente graduado (a veces parecía un animal enfurecido, bramando de impotencia, a veces un crío desconcertado) se revela como un ser acorralado y derrotado; una víctima (voluntaria e involuntaria, es en este caso, lo de menos) de su condición de desclasado. Al tiempo, Ángela Peirat, frente al dúo, borda un equilibrado papel – que exige frialdad y sobriedad – de (falsa) inocencia que no se delata hasta que ya es demasiado tarde.
Mientras la realidad y ficción (si es que la ficción no es realidad) se entrecruzan. La obra original volcada con enorme naturalidad que evita toda pompa y circunstancia, se entrevera, irrumpe, estalla con el presente.
Jorge Machín hace suyo, sin alharacas ni excesos, el papel Yago como un cortesano maquiavélico e inteligente, realista y calculador, un superviviente que apura sus opciones y las hace valer.
Brillantes, Felipe Andrés y Jordi Millán, bajas colaterales de una guerra que no comprenden en toda su extensión serán, manipuladas su vanidad y egoísmo, dos víctimas más. Como usted, como yo, como cualquiera.
Nada se entendería sin la pureza y diafanidad de Desdémona e Inés Kerzán está ¿Cómo no? a la altura: ilusionada e ingenua, es absoluta pureza, absoluta ensoñación, en cierto sentido, es, en el mejor sentido de la palabra, tan Ofelia que Desdémona.
No, nada deja indiferente en esta obra, nada debe dejar: los límites de la ética, la frontera de la conciencia, la presión social, la mediocridad, la carrera de la rata, la embriaguez del poder; en resumidas cuentas, la condición humana en toda su miseria y esplendor, su poder y su gloria.
La función – al igual que no oculta ninguna mirada – no da ni una sola respuesta, no emite el más mínimo juicio, no elabora ni una magra conclusión, esa es tarea y deber que queda a cargo de los espectadores.
Y no puede ser de otra forma, al fin y al cabo, estamos ante una obra de William Shakespeare …y de Ramón Paso.
¡Nobleza obliga!
- Luis de Luis Otero es crítico teatral
Ficha artística
- Otelo: FRANCISCO ROJAS
Silvia / Emilia: ANA AZORÍN / ALICIA TOMÉ
Yago: JORGE MACHÍN
Desdémona: INÉS KERZAN
Cristina: ÁNGELA PEIRAT
Rodrigo / Brabancio: FELIPE ANDRÉS
Casio / Partidario: JORDI MILLÁN
Dramaturgia: RAMÓN PASO
Producción ejecutiva: PASOAZORÍN TEATRO
Dirección: RAMÓN PASO