A pesar de que han aumentado las sanciones penales para los agresores, cada año al menos un centenar de mujeres paquistaníes sufren ataques, normalmente de sus familiares más directos varones (maridos, padres, hermanos), que les arrojan vitriolo en la cara y el cuerpo.
Sin embargo, los casos registrados entre el 23 y el 24 de julio de 2014 en distintos lugares del sudoeste del país, han sido ataques de “desconocidos” que, desde la moto en que circulaban, han arrojado ácido sobre mujeres jóvenes que circulaban por la calle.
El último de ellos ha tenido como víctimas a dos adolescentes, de 14 y 15 años, que regresaban de hacer sus compras en el mercado local de Mastung, ciudad situada a unos 40 kilómetros de Quetta, capital de la provincia de Balutchistán: “Una de las chicas tiene heridas en la cara y la otra quemaduras en el cuello”, ha dicho el jefe de la policía local a la Agencia France Presse, informa el diario francés Libération.
La víspera, dos hombres en moto arrojaron ácido a la cara de tres mujeres de unos veinte años que regresaban del mercado de Quetta.
Una enmienda del código penal paquistaní, aprobada en 2011, establece una pena mínima de 14 años de cárcel, que puede llegar a cadena perpetua, y la multa de un millón de rupias (10.000 dólares) para quienes cometan este tipo de agresiones pese a lo cual anualmente se denuncian en el país más de un centenar de casos. Hay que tener en cuenta que las denuncias, aunque en aumento, solo representan una parte de las agresiones y que todavía hay muchas que permanecen ocultas, por considerarse asuntos “de familia” o “de honor”.
Sin embargo, la introducción de la enmienda ha aumentado considerablemente el número de casos conocidos, según la organización humanitaria Acid Survivors Foundation (ASF). De acuerdo con los datos facilitados por esta asociación, los recientes ataques en Balutchistán elevan a 125 el número de agresiones con vitriolo registradas en Pakistán desde el comienzo del año 2014, frente a las 143 que se produjeron en 2013.
En 2012 tuvo especial repercusión el caso de la exbailarina Fakra Younus, de 33 años, quien se suicidó en Roma el 17 de marzo, doce años después de haber sido desfigurada por su marido -mientras dormía y ante los ojos aterrorizados de su hijo, que entonces tenía cinco años- quien resultó absuelto en 2012, tras pasar cinco meses en la cárcel. En la carta de adiós que dejó escrita, Fakra Younus manifestaba que no podía seguir soportando el comportamiento de la justicia de su país. Refugiada desde 2000 en Italia, había pasado 39 veces por el quirófano.
“Ser mujer en Pakistán es un horror indecible” escribían en 2013 en un artículo de la agencia digital Cypress haciéndose eco de un informe de Amnistía Internacional (AI, Pakistan. Insufficient protection of women), que seguía dando cuenta de mujeres violadas, quemadas vivas y atacadas con vitriolo, y de niñas casadas a los seis años; todo ello ante la total indiferencia de un país y unas autoridades que miran para otro lado.
Entre otras cosas, el informe de AI decía: «En Pakistán las mujeres son objeto de discriminación. Asistimos a un aumento de la violencia ejercida contra ellas en el marco familiar o comunitario, o cuando les detienen los responsables de aplicar las leyes. La Comisión de los Derechos Humanos de Pakistán (HRCP) estima que, en 2000, violaban a una mujer cada dos horas y que centenares de mujeres resultan asesinadas cada año por cuestiones de honor, violencia doméstica, quemaduras u homicidio. A pesar de haber tomado algunas iniciativas, el gobierno sigue sin proteger a las mujeres de estas agresiones, mientras que muchas otras mujeres sufren en silencio durante años, mueren violentamente y son enterradas en sepulturas anónimas (…) la mayor parte de las mujeres siguen ignorando sus derechos (…) Son muy pocas las mujeres que presentan denuncias; quienes lo hacen, en general no son tomadas en consideración por la policía y el aparato judicial, que suelen obligarlas a regresar junto al marido violento (…) Según el Pakistán Institute of Medical Sciences (PIMS), más del 90% de las mujeres casadas se quejan de que se su marido las ha abofeteado, pateado, pegado o sometido a crueldades sexuales, cuando no le gustaba la comida que le había preparado o había dado a luz una niña”.