Roberto Cataldi[1]
En el uso cotidiano de las palabras, algunas se consideran inapropiadas, ya sea por su carácter agresivo (violencia verbal), como aquellas que son ofensivas, humillantes, injuriantes, o porque degradan, ultrajan, discriminan, estigmatizan a la persona, al grupo o a una institución. En última instancia, son palabras que revelan falta de respeto por la otredad.
En la campaña electoral de Bill Clinton contra George Bush (1992), se hizo popular la frase: «es la economía, estúpido». Y el eslogan lo ayudó a ganar unas elecciones que aparentemente le daban la ventaja a Bush. Luego esa frase se internacionalizó, haciendo alusión a lo que tiene que ver con la vida cotidiana y las necesidades de la gente en relación a la economía.
Estoy de acuerdo en la importancia relevante que tiene la economía para la existencia de cualquier ser humano, sería ilusorio minimizarla, sin embargo, existen otras dimensiones de la vida que son trascendentes, y que además están visiblemente descuidadas, por lo tanto, bien podríamos decir: «no todo es la economía, estúpido».
La estupidez consiste en una torpeza mental para comprender las cosas, por lo cual las decisiones y la orientación de la vida estarán condenadas al error. Y también sería una cuestión ética, pues, implica falta de responsabilidad e incapacidad para distinguir entre el Bien y el Mal.
Recuerdo una célebre frase de Einstein para quien el Universo y la estupidez humana eran dos cosas infinitas, pero acotaba que del Universo no estaba seguro… En realidad, todo ser humano tiene momentos donde articula alguna tontería o estupidez y no le da mayor trascendencia, porque si es inteligente cuando lo advierte procura corregirse, de insistir le cabría el adjetivo.
En la Argentina, mediante una Resolución publicada en el Boletín Oficial hace varias semanas, se hacía referencia de una vieja clasificación de la psiquiatría en torno al retardo mental: «idiota», «imbécil», «débil mental». Terminología desusada por considerar que esos vocablos son estigmatizantes.
En efecto, en medicina se habla de «discapacidad intelectual» (grados: leve, moderada, grave). Como era de esperar, estas expresiones desatinadas motivaron la queja de familiares, pacientes y entidades profesionales, justamente por ser ofensivas. El gobierno se disculpó y la funcionaria supuestamente responsable fue apartada de la función.
En fin, cuando era alumno y cursaba psiquiatría, recuerdo que hacía décadas que esas denominaciones estaban perimidas en el vocabulario técnico de la especialidad, y conste que me gradué de médico hace más de cincuenta años….
Independientemente que se habría tratado de un error y que no habría habido intención de discriminar o estigmatizar, es evidente que quienes elaboraron desde el Estado el mencionado documento, dejaron traslucir una grosera falta de idoneidad en la materia.
En la vida de relación el uso de las palabras exige tener cuidado, y más cuando se elabora un documento oficial que tendrá repercusiones sobre la sociedad. Desde ya que estos términos desterrados del ámbito científico, tienen una amplia difusión en el habla cotidiana o el lenguaje de la calle, y son equivalentes a otros como «descerebrado», «subnormal», que se utilizan como insulto o con sentido despectivo.
El presidente argentino tiene por costumbre agraviar en sus discursos y entrevistas a políticos, periodistas, economistas, y a todo aquel que no comulgue con sus «ideas libertarias». Por cierto, bate récord en cantidad de insultos, algo inédito en los que ejercieron el cargo de jefe de Estado. Al parecer el adjetivo «degenerado» es su preferido (degenerados fiscales, degenerados de la política), mientras una senadora nacional lo acusa de «degenerado social», algo impropio en una sociedad que se considera civilizada.
Estimo que a las palabras hay que cuidarlas, y de ellas hay que cuidarse. Un insulto puede desencadenar un conflicto de difícil solución, sobre todo cuando se recurre a palabras hirientes.
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir consideraban que lo citado en un escrito compromete, y a su vez crea una responsabilidad «ilimitada». En una de sus obras, Beauvoir dice: «hay palabras tan asesinas como una cámara de gas». Es evidente que a las palabras no se las lleva el viento…
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)