Pasolini de Abel Ferrara: el último día en la vida de un artista indispensable del siglo XX

El último día en la vida de un artista indispensable del siglo XX

“Auténtico film de fantasmas en el que Pasolini, hermoso como un rayo de sol atravesando el polvo, parece al acecho de un rayo místico”. (Romain Le Vern, Télérama)

“Como sus asesinos, sus vampiros, sus gansters, el Pasolini de Willem Dafoe desciende a los infiernos y vaga por las depresiones oscuras en busca de algo deseado e inasible…Ardiente, trágico…desdoblado en los territorios de la poesía y la pesadilla donde, desde siempre, se caen los ángeles rebeldes, se matan los poetas y nos descubrimos asesinos” (Maurizio Caverzan, IL Giornale)

cartel-pasolini Pasolini de Abel Ferrara: el último día en la vida de un artista indispensable del siglo XXEn Roma, en la noche del 2 de noviembre de 1975, murió asesinado en la playa de Ostia el poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini, autor maldito y uno de los intelectuales italianos más influyentes, símbolo del arte que lucha contra el poder, casi tan amado como odiado –de todo hubo- por sus compatriotas. Se van a cumplir, por tanto, cuarenta años de la desaparición de uno de los nombres que se escriben con mayúscula en la literatura y el cine italiano del siglo XX.

Aquel día, Pasolini, gran poeta y enorme cineasta, estuvo dejándose mimar por su madre y charlando con algunos de sus amigos y camaradas más cercanos, entre otras cosas acerca de sus intentos por recuperar las bobinas que le habían robado de la película Salò o los 120 días de Sodoma. Después, al volante del Alfa Romeo inició un largo peregrinaje, tantas noches repetido, en busca de aventuras. Al amanecer, su cuerpo masacrado apareció en la base de hidroaviones de la playa de Ostia, en las afueras de la capital.

“Cualesquiera que fueran los verdaderos autores, su asesinato fue, simbólicamente, un crimen perpetrado por un inconsciente colectivo, una sociedad consumista, burguesa, esclavista, pre-berlusconiana, prolongación del fascismo y que rechazaba todo lo que él encarnaba: la inteligencia, la cultura, la creatividad, el amor por la belleza, la rebelión contra la injusticia social, la libertad sexual, la modernidad” (Jean-Baptiste Morain, Les Inrockuptibles).

Un día, una vida. Pasolini, dirigida por Abel Ferrara, rememora aquella jornada del 2 de noviembre, inicialmente banal -un día como cualquier otro en la vida del artista- en una película “onírica y visionaria”, en la que se trenzan realidad y ficción, con un actor, Willem Dafoe (El Gran Hotel Budapest, Nynphomaniac), que se parece inquietantemente al personaje. En el reparto aparecen también Ninetto Davoli (El Decameron, Las mil y una noches), Ricardo Scamarcio (La mejor juventud), Valerio Mastandrea (La prima cosa bella) y la portuguesa Maria de Medeiros en el papel de la enorme actriz que fue Laura Betti (fallecida en 2004).

Es un día radiante el que se filtra por las cortinas de una casa romana en el EUR, el barrio que los fascitas construyeron en el sur de la ciudd. El hombre se despierta en una cama estrecha, de una sola plaza, como cuando era niño. El hombre vive en casa de su madre, donde también vive su sobrina, acaba de regresar de Estocolmo donde estuvo presentado la traducción del libro Las cenizas de Gramsci. Se levanta, lee Il Corriere della Sera mientras toma un café, se sienta ante la máquina de escribir y continúa la novela interrumpida, Petrolio, en la que lleva cinco años trabajando. Come en casa, junto a la Betti, que acaba de finalizar el rodaje de Vicios privados, virtudes públicas, de Miklós Jancsó. Luego juega un rato al fútbol, recibe al periodista Furio Colombo, más tarde irá a cenar a su trattoria habitual con el actor Ninetto Davoli, el hombre que un día fue su amante y ahora es su amigo, con quien comenta el proyecto de Porno-Teo-Kolosal, la próxima película “epopeya parabólica en persecución del cometa Ideología”. Finalmente, ya de noche cerrada, en un bar gay liga con un joven, al que invita a un plato de spaghetti de camino a la playa…

Hasta aquí, todo bastante cierto. A partir de aquí la ficción, la explicación de Ferrara a lo que no han sido capaces de desvelar los investigadores italianos en cuarenta años, el camino de Pasolini al encuentro con una muerte absurda y miserable. Y, en el ojo amoroso de la cámara del realizador, Pasolini el hombre – misterioso y desigual, ambiguo y muy difícil de aprehender-, todos los Pasolini:

“el que está envejeciendo, el niño de ‘la mamma’, el artista trabajador, el amigo mimado, el agitador criticado, el poeta, el ogro también. A pesar de las declaraciones previas de intenciones (…) se trata menos de rendir homenaje a una figura venerada que de sondear lo que tenía últimamente en la cabeza, las tripas, el slip (…) Más allá de la reverencia, el valor de este soberbio retrato anti-espectacular reside en su manera de restituir, sin estúpidos balbuceos, un Pasolini en libertad..” (Julien Gester, Libération).

Mientras la crítica francesa definió Pasolini como obra maestra desde el mismo momento de su presentación en el Festival de Venecia 2014, los anglosajones se han mostrado más bien perplejos, y como a la expectativa, y la crítica italiana le ha visto muchas pegas a la película de Abel Ferrara: su, dicen, desinterés por el pasado “al que considera un fósil, un libro de historia”; su, dicen también, homenaje-declaración de amor al autor desparecido, en modo redención del personaje” (Marzia Gandolfi). “Una película equivocada con cosas maravillosas…El resultado es un Pasolini chamán, profeta (‘estamos todos en peligro’) de su propio fin, y del fin del mundo. Operación interesante, sólo que Ferrara mantiene en toda la película un tono frío distante, extrañamente prudente. Esta película no es ni Ferrara ni Pasolini (Luigi Locatelli, nuovocinemalocatelli.com)), “Pasolini funciona solo a medias” (Maurizio Carverzan, Il Giornale”.

A mi me ha parecido una película desde luego “entregada”, realizada a la mayor gloria de Pasolini, artista al que aprecio sinceramente en sus distintas facetas, pero una película honesta y de buena factura; desde luego, mucho más, a años luz del anterior “biopic” del mismo realizador, el fallido relato de las venturas y desventuras de Dominique Strauss-Khan (DSK) desde sus ambiciones presidenciales hasta el descenso a los infiernos de las imputaciones por agresión sexual y libertinaje.

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