Llega el año 18 del siglo XXI y con él la gran contradicción. Hablamos de medio ambiente, de movilidad sostenible, de hacer peatonales las calles y plazas para que el aire puro llegue a las ciudades, pero no. Resulta que llega el enemigo del hombre que hace que salir a la calle sea cuanto menos una gran empresa; una que le puede costar incluso la vida.
Si consideramos de facto que las ciudades españolas no están diseñadas para las bicicletas y patinetes, salvo honrosas excepciones como Sevilla o Vitoria, vemos cómo en Madrid, la capital de España, han tenido lugar al menos 22 accidentes en donde 18 personas han resultado heridas y, como mínimo, tres han fallecido como consecuencia de estos vehículos, que nos hacen pensar como el anuncio de aquella marca de cosméticos: porque yo lo valgo.
Y ahí acaba cualquier ciudadano, cartera en ristre, con el traje de la oficina llegado el caso, que no ha cogido un patinete desde sus tiempos mozos, increpando al respetable cuando transita por la acera como si de California se tratara. Nos faltaría Pamela Anderson y alguno en bañador, pero llegará, no se crean. Y entonces, el resto de los mortales que transitan cartera en mano para llegar al autobús, a la cola del INEM o a la boca de metro de turno, intentarán no ser atropellados porque, repito, el conductor no es que no sepa, es que no tiene ni repajolera idea.
Foto: Sergio Gonzalez Valero.Cuando este llega a su destino, tira el patinete, ese, el que casi le ha matado anteriormente, en la acera, para mayor gloria de los que se tropiecen, y emprende la huida cuando la gente le chilla y le maldice porque casi se ha caído por su culpa. Así se escribe la historia de la soberbia que reina en los lares, esos de la movilidad sostenible, de la apuesta por lo verde, y llega para quedarse a ciudades en donde ya ha habido atropellos mortales por las bicis que van como Pedro por su casa sin prever los giros, los autobuses que los arrollan y los taxis que se cruzan porque no pueden pasar.
Si ya nadie se sabe las normas de circulación de base, las que ahora se procuran en las grandes ciudades a favor de estos vehículos nuevos, no solo perjudican a las personas que los llevan, sino a aquellas que no ven, que ven poco, que no oyen, que son mayores, que se mueven con dificultad o que llevan una silla de ruedas o un andador. España, país de viejos, no cuenta con ello y lanza bicicletas ora blancas, mañana naranjas, patinetes y veremos otros, ya lo verán, para que las aceras se llenen de los otros vehículos que nos hagan sentirnos libres como Nino Bravo a sabiendas del porque yo lo valgo, transito, hago y deshago y el que no me siga, que se joda, como diría Cela en sus tiempos.
Y así vamos; en vez de integrar, excluimos, en vez de hacer sostenible, lanzamos a la calle eso a ver qué pasa, y que las personas con baja visión, las personas sordociegas, las que nunca han oído o las personas que se mueven con dificultad, simplemente las personas mayores que salen a pasear, estén confinadas en sus hogares porque la calle está hecha para ti si eres alto, joven, rubio y guapo; no vaya a ser que se decolore el patinete. Lidiar con la discapacidad es complicado; intentar que todo sea accesible es una realidad, pero aguantar lo inaguantable nos hace prever que no va a ser fácil llegar a un acuerdo para que se bajen de las aceras y, sobre todo, para que aparquen los vehículos nuevos de los Reyes Magos en lugares en donde no obstaculice la vía pública. ¿Pensamos en los demás? ¿Se ha previsto esto antes de ser lanzado al mercado? «Esto» son las personas, porque como nos tratan como a cosas cambiaremos el término. Ahora, láncese a la calle y que Dios le pille confesado.
¿Hablamos de discapacidad o de patinetes? Porque yo lo valgo …