Decir Don Pedro Henríquez Ureña es decir cultura, defensa de los valores humanístico, estudios hispanistas y compromiso con la educación.
Tal vez, para los europeos su nombre no sea el símbolo que significa para los latinoamericanos, aunque haya coronado sus estudios en España y haya sido un ferviente representante del «Hispano-Americanismo».
Muchos estudiantes de Filosofía y Letras estudiamos con sus textos y sabemos la huella que dejó en la cultura latinoamericana.
El maestro dominicano participó en la formación de instituciones culturales y educativas al servicio de la comunidad latinoamericana, concibió la cultura como una empresa humanística creando una conciencia institucional de unión a través de la lengua: el español y dio la metodología para los estudios de literatura latinoamericana .
Nació en República Dominicana, en Santo Domingo, el 29 de junio de 1884 y murió en Argentina, el 11 de mayo de 1946. Se cumplen 76 años de su muerte. Se crió en el seno de una familia de intelectuales, su madre fue la poeta dominicana Salomé Ureña y su padre Francisco Henríquez, médico y abogado.
Ureña sigue al gran educador, el puertorriqueño Eugenio María de Hostos y se orienta hacia los estudios literarios y lingüísticos. En Estados Unidos completa su carrera universitaria. A raíz de conflictos políticos en su tierra natal, se exilia en México, pero luego se radica en Estados Unidos, trabaja en Washington como corresponsal; en Nueva Yok logra el Doctorado, ingresando como profesor en la Universidad de Minesota.
España es el broche de oro de sus estudios, ya que finaliza su Doctorado. Su destino, sin embargo, es el continente americano. México lo invita a colaborar en la Reforma Educativa propuesta por José de Vasconcelos y se relaciona con el mundo literario y con académicos mexicanos.
Cuando viví en México tuve ocasión de conocer a Alicia Reyes, la nieta del humanista Alfonso Reyes, varias veces me acerqué a la Capilla Alfonsina, casa del escritor y actualmente centro de estudios y sede del prestigioso Premio Alfonso Reyes. Alicia, me mostró la gran biblioteca de Reyes, me contó anécdotas del escritor y se refirió a los vínculos y proyectos lingüísticos de su abuelo con Ureña y fue Reyes quien le aconsejó a su colega dominicano, radicarse en Argentina.
Ureña y su familia llegan a Buenos Aires en 1925, el ambiente cultural de la urbe porteña era propicio y pronto se incorporó a la carrera docente.
Fue profesor en La Plata y colaborador del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires a petición del filólogo español Amado Alonso, entre ambos lograron estructurar los estudios hispanoamericanos y aspectos de la crítica literaria. El profesor y académico Pedro Luis Barcia escribió «Pedro Henríquez Ureña y Argentina», donde relata los veinte años vividos del maestro, en la ciudad porteña.
Su legado es primordial para los que seguimos Filosofía y Letras, los fundamentos teóricos que Ureña supo construir en los años 1930 y 1940 fueron la base del modelo educativo del «Hispano-americanismo». En Ureña confluyen dos vertientes de pensamiento: la identidad nacional de los pueblos latinoamericanos y el hispanismo con la lengua como unificadora continental.
Su pensamiento impulsa el ordenamiento y estudio de la Literatura hispanoamericana, observando los movimientos, las épocas y respetando las características de cada país.
Jorge Luis Borges, en las clases que nos impartía en la Universidad, se refería con respeto y admiración a este dominicano anclado en Buenos Aires. Prologó el volumen de Obras Críticas y lo consideraba un erudito que «había leído todo, todo», según sus palabras. Al evocarlo, Borges recordaba los conocimientos y la modestia de este «ser superior tratado con mezquindad y reticencia por sus colegas». Borges se refería a la cierta distancia que observaba de algunos intelectuales con respecto al dominicano.
Ureña se aproximó a la revista Sur, de Victoria Ocampo, donde colaboró, pero su rol fundamental lo tuvo en el mundo académico junto a Amado Alonso, al filósofo Alejandro Korn, al historiador José Luis Romero, al pensador Ezequiel Martínez Estrada.
El expresidente Leonel Fernández, tres veces presidente de República Dominicana, creador de la Fundación FUNGLODE y promotor de cine, me comentó que se habían hecho documentales sobre la vida y obra de Ureña y en República Dominicana se honra al maestro que puso en relevancia la historia y la cultura del país y de la región, impulsando la reforma educativa.
Pedro Henriquez Ureña es un latinoamericano ilustre a nivel continental. Estudioso del Positivismo filosófico, busca humanizar la ciencia y el arte y armonizar lo racional y lo irracional, recordando los valores espirituales y ajustando los cauces del determinismo y del materialismo.
Podría situarse el pensamiento filosófico de Ureña, dentro de la corriente idealista espiritual integral, con influencia de las ideas de Menendez y Pelayo y José Ortega y Gasset. Ureña desea organizar los complejos culturales latinoamericanos enraizados con el pasado, o sea con España, desde una visión incluyente y universal.
Latinoamérica es suma de territorios diversos, con identidades nacionales propias e independientes, pero que responden a una unidad linguística, fundamento del concepto de «Hispano-Americanismo», eje del pensamiento de Ureña.
Este legado ha quedado en los libros del educador: Seis ensayos en búsqueda de nuestra expresión (1928), Apuntaciones sobre la novela en América (1927), Sobre el problema del andalucismo dialectal de América (1937), La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1938) y su famosos libros: Historia de la Cultura en América Hispánica (1947), y Las Corrientes literarias en la América Hispánica, libros de consulta.
En España se ha publicado, en 2007, una edición crítica de Historia Cultural y Literaria de la América Hispánica, de Vicente Cervera, quien es profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Murcia.
El Ministerio de Cultura de República Dominicana, ha editado entre 2014 y 2015, las Obras Completas en catorce tomos, edición de Miguel D. Mena, a su vez, honrando la memoria del dominicano, la Universidad Nacional de República Dominicana, lleva su nombre.
Cuando vivía en Nueva York, me ocupé de relacionamientos entre la familia de Henriquez Ureña con universidades norteamericanas por el destino de la famosa biblioteca del maestro.
Su extraña muerte dejó conmocionado al ambiente cultural latinoamericano. Corrió el andén para alcanzar el tren que lo llevaba a La Plata, a dar clase. Lo ayudó un colega, el profesor Cortina, pero al sentarse no recuperó el pulso.
Nuestro homenaje a Don Pedro Henríquez Ureña, hacedor del concepto del español como lengua de unión entre nuestros pueblos de América, su visión de lo Hispano-Americano y su afán educativo y humanístico que marcó pautas en la literatura latinoamericana. Gracias Maestro.