En mayo se reportó en Guatemala una cifra récord en relación con el ingreso de divisas por concepto de remesas familiares, fue la cantidad mensual históricamente más alta, US$494 millones, o sea US$17.07 millones más que en el mismo período del año pasado, según cifras del Banco de Guatemala, entidad que tiene previsto un crecimiento en este año en este rubro, que es el segundo en relación con los ingresos de divisas.
Esta nota “positiva” para el país contrasta con las elevadas estadísticas de migrantes deportados, que en el primer trimestre se incrementó en 40% en comparación con el año anterior. Otro tanto de ellos está sufriendo en el trayecto, muchos más esperando pasar y demasiados padeciendo por los tratamientos crueles e inhumanos que enfrentan a diario desde que deciden buscarse la vida en otro lado. Las personas mutiladas por la Bestia son víctimas de esta injusticia, así como los grandes contingentes que están a la espera de abordar otro tren, pues este ya tiene restricciones y controles.
Es desgarrador escuchar las historias, los testimonios, los documentales que revelan el drama que sufren estos connacionales. Hambre, inclemencias del tiempo, sed, miedo, inseguridad, son sus acompañantes. Las casas del Migrante, los albergues que la Iglesia ha establecido, la ayuda de mujeres que viven cerca de donde pasa el tren que les “lanzan comida y agua” son pruebas de solidaridad.
En contraste, indigna ver la forma en que son tratados y deportados por las autoridades. Esta historia es conocida. La sabemos todos. Hemos tenido a alguien cerca que la ha vivido. Se han denunciado las violaciones que sufren las mujeres, al grado que se les ha recomendado tomar anticonceptivos para evitar que esos maleantes las embaracen. También se sabe que los narcos se han adueñado de parte del negocio, que tienen redes muy bien organizadas durante todo el trayecto y hasta controlan los lugares de destino. Obligan a los migrantes a transportar droga. También es conocido que criminales los secuestran y piden rescate a sus familias para liberarlos. Y cuando pensábamos que eran impensables mayores dramas, se supo, hace algún tiempo, que niños pequeños viajando solos también emprendían ese peligroso camino en búsqueda de sus seres amados. Poco o nada se hizo al respecto.
Ahora se ha revelado el tamaño del problema, la cifra de menores que han migrado entre enero y marzo de este año se incrementó en un 45%. Solo el primer trimestre, 722 menores viajaron sin documentos. Da congoja ver las fotos de esos pequeños acostados en el suelo, con temor e incertidumbre sobre su futuro. Se fueron solitos. Pasaron por todo ese infierno de peligros, llegan y son ubicados en albergues. Aunque algunas informaciones señalan que es una estrategia de los padres, pues los niños no son deportados, sino permanecen en esos sitios mientras se ubican a sus familiares en Estados Unidos a quienes se les entregan, esto no atenúa el grave riesgo en que se ponen al ser trasladados en manos de esos inescrupulosos comerciantes de seres humanos.
Está comprobado que, lamentablemente, ya nada nos asombra.