En la vertiginosa era de las comunicaciones, reivindicar la profesión periodística a veces genera controversia; el Periodismo es una ciencia, se rige por un método riguroso, requiere de aplicación de conocimientos, recurre a diversas disciplinas, cuenta con variadas herramientas, requiere habilidad, vocación y destrezas. Es “el conjunto de expresiones que publican periódicamente y están destinadas a interpretar la realidad social de forma documentada y que, mediante su difusión por distintos medios, ejerce un impacto masivo sobre un público socialmente diferenciado”.
Por eso algunos no compartimos la nueva visión del llamado periodismo ciudadano, pues los profesionales de la información son aquellos que están dedicados al trabajo de observación y descripción de la realidad, de interpretarla, explicarla, de llevar la información con precisión, perspicacia y rapidez, con apego a la verdad, que trasladan hechos de interés común, que comunican contextualizando, que procuran ofrecer una imagen del mundo, que revelan, develan, que coadyuvan a armonizar las relaciones humanas y que contribuyen al autoconocimiento de la sociedad para definir sus destinos.
En ese cotidiano esfuerzo, que obviamente debe ser realizado con apego a la ética y con una práctica responsable, él y la periodista colocan un espejo frente a la sociedad para comprender y explicarse algunos fenómenos que interesan a todos (as); se esfuerzan por ofrecer un caleidoscopio de voces que contribuyan a formarse un criterio. El Periodismo es un “oficio” que está sustentado en la función social que desarrolla, busca el bien común y servir de contrapeso a los poderes.
No somos juzgadores, no nos corresponde resolver las crisis, sino reflejarlas, aunque podemos dar una contribución para lograrlo; no concilia con nadie, transmite hechos, devela secretos y cosas ocultas y, sobre todo, busca provocar el cambio para una mejor convivencia humana. Ese es el concepto que tenemos de nuestra profesión en la que los principios de honestidad, ética, responsabilidad, dignidad y compromiso son nuestros estandartes.
La política, esa práctica de lo posible tan ultrajada y poco valorada, es indispensable si de verdad queremos vivir en democracia; no es perversa en sí misma. Es un arte sin el cual no es posible la convivencia social y el ejercicio del poder.
Políticos y periodistas somos actores indispensables. Ni todos somos buenos ni todos malos. Somos seres humanos con defectos y virtudes.
El problema se presenta cuando la información que circula o las opiniones que se difunden colisionan con los intereses de los políticos quienes, al estar en campaña, quieren ser los más populares y adulan a la Prensa que los complace y atacan a la que no se alinea con sus intereses particulares. Cuando son gobernantes la situación se agrava, pues el papel de la Prensa lo ven incompatible con sus formas desatinadas de ejercer el poder.
Eso está pasando con los ataques contra Juan Luis Font, Pedro Trujillo y José Rubén Zamora, quienes están en la mira de políticos y gobernantes.
Rechazamos los siniestros objetivos de doblegarnos.