Entre las rutinas informativas, debemos incluir las relativas a la guerra de Ucrania, donde trabajan reporteros internacionales vinculados de manera estable a grandes medios, así como también los demás: los periodistas autónomos, independientes.
Siempre más frágiles laboral y profesionalmente, siempre ante el peligro de caer bajo el ojo desconfiado de los ejércitos en lucha, de las autoridades, de militares o civiles que puedan comportarse de manera arbitraria o de las circunstancias difíciles y peligrosas de cualquier conflicto bélico que comparten con los demás colegas.
Los periodistas autónomos e independientes siempre están más desprotegidos. Con frecuencia, viajan también sometidos a presiones mayores de los medios a los que venden su trabajo, en medio de las duras circunstancias que prevalecen sobre el terreno bélico y amenazados por el inestable albedrío –peligroso– de las autoridades de turno, sean éstas las que fueren.
¡Que se lo pregunten al periodista español Pablo González, quien lleva un año encarcelado y bajo la acusación de ser un espía, sin que nadie haya aportado indicios claros de que vaya a ser juzgado!
Durante el reciente Congreso de la Federazione Nazionale della Stampa Italiana (FNSI) pude escuchar un testimonio que –sin ser tan grave– ilustra cómo cualquiera de los bandos en conflicto puede desconfiar de un periodista y poner en cuestión su profesionalidad. Y eso puede equivaler a acusarlo de favorecer a uno de los bandos militares frente a su enemigo. En esos casos, poner en cuestión su profesionalidad casi equivale a mancharlo con una acusación de ser favorable al enemigo de turno.
Para ilustrar lo anterior, traduzco a continuación el testimonio del reportero Salvatore Garzillo, que se explica por sí mismo:
– Soy periodista independiente y he estado cubriendo el conflicto en Ucrania desde 2014, cuando hice reportajes en video para Corriere della Sera en Donetsk.
La última vez que llegué –un par de días después del comienzo de la invasión del 24 de febrero– atravesé el país hasta el extremo oriental de Ucrania y estuve trabajando durante los dos meses siguientes para destacados medios, italianos y de otros países. Eso incluye a la agencia nacional Ansa, las televisiones La7 y la RAI, así como otros medios de comunicación como Rolling Stone, Fanpage, el grupo QN, Radio24, la televisión suiza y otros muchos.
Como freelance no tengo protección alguna, aunque todos los medios para los que trabajo están felices y contentos al recibir mis piezas, mis historias. Aunque nadie se hace responsable. Si pasa algo, no eres hijo de ninguno, pero esa es otra historia.
La noche del 14 de febrero, cuando cruzaba en tren la frontera de Polonia, junto con mi colega Fausto Biloslavo y, tras el control de las autoridades ucranianas en Mostys’ka, me ordenaron bajar del tren sin mayores explicaciones. No hubo ningún problema para Fausto. A continuación, un militar me llevó a Medyka, donde tuve que pasar la noche en la frontera.
En este punto, tengo que dejar claro que contaba con las acreditaciones periodísticas y militares requeridas en estos casos.
Un caso aparte es el de Andrea Sceresini y Alfredo Bosco, reporteros independientes que siguen el conflicto desde 2014. El 6 de febrero, mientras regresaban del frente de Bajmut (donde realizaron un reportaje para RAI 3) el Ministerio de Defensa ucraniano les notificó que sus acreditaciones quedaban suspendidas.
La suspensión de acreditaciones -que les habían sido debidamente emitidas en marzo de 2022- imposibilitó para ellos la libre circulación en el país, especialmente en las zonas cercanas al frente, así como el riesgo real de ser detenidos en el primer control.
Bosco fue probablemente el reportero italiano que pasó más tiempo en Ucrania desde el 24 de febrero, Sceresini ha realizado recientemente un reportaje encubierto en Siberia para contar el descontento de la población rusa y las numerosas deserciones que se están produciendo (el documental se emitió en horario de máxima audiencia en RAI 2).
Regularmente, trabajan para la RAI, La7, Mediaset, la televisión alemana RTL, así como para los periódicos Il Fatto Quotidiano, Il Manifesto, Le Figaro Magazine, La Croix, etcétera.
Los citados Sceresini y Bosco siguen en Ucrania a la espera de ser interrogados por los servicios ucranianos o a que les devuelvan sus acreditaciones. Se encontraban allí trabajando en estos días para la televisión pública italiana RAI 3.
«Ucrania retiene a Andrea Sceresini y Alfredo Bosco por supuesta ‘colaboración con el enemigo’, lo que resulta inaceptable. Los periodistas no participan en las guerras, informan de ellas. Debemos garantizar su seguridad y su derecho a seguir con su trabajo», ha declarado Vittorio Di Trapani, presidente de la FNSI (Federazione Nazionale della Stampa Italiana).
La Federación Europea de Periodistas, el Sindicato Ucraniano de los Periodistas (afiliado a la FIP y a la FEP) y la misma FNSI han pedido la devolución de sus acreditaciones a ambos reporteros.
Al publicarse el último informe anual de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), al menos 375 profesionales de la información están encarcelados en distintos países. Es frecuente que sufran situaciones arbitrarias como las descritas por nuestros colegas italianos.
Doce periodistas y otros profesionales de los medios perdieron la vida mientras cubrían el conflicto de Ucrania durante 2022.