No obstante las amenazas del gobierno francés para disuadir a los manifestantes de salir a la calle sin previa autorización prefectoral, los gilets jaunes (chalecos amarillos) han protagonizado este sábado 8 de diciembre de 2018, por cuarta semana consecutiva , bloqueos y manifestaciones en todo el país. Los medios informativos estiman en 125 000 el número de manifestantes, de los cuales diez mil en París.
Las manifestaciones han sido muy importantes también en provincias, desde Bourgogne a Normandia, Bretaña, Auvergne, o país vasco. En Burdeos, Nantes o Toulouse, las manifestaciones se han desarrollado en ciertos casos en calma, aunque también ha habido numerosos desbordamientos, violencias y enfrentamientos con la policía. En el sur de Francia los gilets jaunes han bloqueado en varias ocasiones la frontera franco española.
En esta Francia fuertemente centralizada con su microcosmos parisino y su verticalidad, el movimiento de los gilets jaunes hace llegar también la ira de esas regiones olvidadas o menospreciadas que reclaman mayor autonomía y recursos propios para su desarrollo económico. Regiones particularmente afectadas por la política ultra liberal de abandono o privatización de los servicios públicos.
Se ha facilitado el dato de 89 000 policías movilizados este sábado para impedir las manifestaciones, y en París el despliegue policial ha sido de 8 000 agentes, apoyados por vehículos blindados, camiones manguera y policías a caballo. Imágenes poco usuales en esta Francia democrática y que ofrecen una imagen deplorable de la respuesta gubernamental a las reivindicaciones de los manifestantes.
En Angulema una manifestación de jubilados ha reclamado “Macron devuélvenos la CSG” impuesto sobre las pensiones decidido por el jefe del Estado, y también los bomberos participaban en la protesta. Días atrás el movimiento estudiantil expresó su solidaridad con los gilets jaunes, con manifestaciones en un total de doscientos liceos. Manifestaciones que fueron severamente reprimidas por la policía antidisturbios.
La imagen de los estudiantes de enseñanza secundaria en Mantes La Jolie, violentados y humillados por la policía antidisturbios, arrodillados con las manos en la nuca, han circulado ampliamente en las redes sociales, y los gilets jaunes que se manifiestan en toda Francia han reproducido el gesto de arrodillarse frente a la policía, a modo de protesta y solidaridad con los estudiantes.
En previsión de violentos incidentes París era este sábado una ciudad ocupada por un gran dispositivo policial, con grandes almacenes, tiendas y museos cerrados, escaparates protegidos desde la víspera con planchas de madera, controles policiales en todas las grandes arterias cerradas al trafico del centro de la ciudad. Dispositivo que no ha impedido, sino todo lo contrario, la explosión de la violencia, y que radicaliza cada vez más las posiciones de ese movimiento, incluso entre aquellos que condenan la violencia y las provocaciones.
El dispositivo de espiral de la violencia es fácil de entender: La policía prohíbe las manifestaciones, procediendo al control y neutralización como este sábado de más de 1400 personas, de las cuales 900 han sido detenidas. En cuanto los manifestantes intentan ir más allá del cerco policial, los antidisturbios lanzan gases lacrimógenos, y basta con la respuesta violenta de un puñado de “casseurs” (en ciertas ocasiones identificados como elementos de la extrema derecha), para que el resto de los manifestantes sean víctimas a su vez de la más injusta violencia policial.
Este sábado una manifestación por la defensa del clima y del medioambiente había sido convocada también en Paris, que ha reunido 17 000 personas en la plaza de la República. Cabe señalar que numerosos chalecos amarillos presentes también en el lugar se han unido a los “chalecos verdes”, para manifestarse juntos por una solución al mismo tiempo ecológica y social. Ambas manifestaciones han puesto de manifiesto que no puede haber transición ecológica en Francia o en el planeta sin justicia social.
Mientras el primer ministro Edouard Philippe ha anunciado ya la suspensión del alza de tasas del carburante en 2019, su respuesta ha sido sin embargo represiva frente a la determinación de manifestarse de los gilets jaunes, al no autorizar las manifestaciones y tratar de intimidar a la población llamando a no participar en ellas.
Los franceses que, según los sondeos, sostienen mayoritariamente esa protesta sin aprobar la violencia, esperan ahora la anunciada intervención el lunes que viene del jefe del Estado, Emmanuel Macron, quien por el momento observa un absoluto mutismo.
Con el paso de las horas Macron y su arrogancia se han convertido cada vez más en el blanco de la ira de los manifestantes. Si su respuesta no es satisfactoria el lunes, los gilets jaunes han anunciado ya que volverán de nuevo el sábado que viene a París y seguirán manifestándose en toda Francia. Una seria amenaza a pocos días de las fiestas navideñas.
El grito de “Macron dimisión” es casi unánime en las manifestaciones de este movimiento de chalecos amarillos, que reúne en su seno múltiples y variadas reivindicaciones. De las tasas sobre el carburante y el alza del precio del gas y la electricidad, las reivindicaciones se han ampliado ahora al tema esencial de la carestía de la vida, los salarios, las pensiones y contra los privilegios de un poder político totalmente desprestigiado por el carácter injusto de su política económica y fiscal.