«Petit pays» del director y guionista francés Eric Barbier, es una fiel adaptación de la novela homónima de Gael Faye, cantante rapero, compositor y escritor franco burundés, quien ha participado también en la escritura del guion cinematográfico.
Faye asegura que el relato no es autobiográfico, aunque está inspirado en su propia experiencia, cuando tuvo que huir con trece años de edad de Bujumbura, la capital de su país natal, Burundi, para escapar al genocidio de la etnia Tutsi. Actualmente vive en Ruanda, y tiene la doble nacionalidad franco ruandesa.
Para abordar un tema tan grave y doloroso como el del genocidio en Ruanda, Barbier y Faye basan todo el relato en la mirada infantil de Gabriel, un niño de diez años que vive tranquilamente en una confortable barriada de Bujumbura, con su padre francés, su madre ruandesa, y su hermana pequeña Ana.
Las reacciones de la critica en Francia han sido dispares, poniendo de relieve una adaptación fiel e ilustrativa, que no alcanza el nivel de la emocionante novela de Faye. El espectador que no haya leído previamente la novela homónima, pienso que valorará mucho mas esta ficción, servida con un excelente reparto de actores profesionales y no profesionales.
Las elecciones, la guerra civil en Burundi y el genocidio en Ruanda contra la comunidad Tutsi, son el telón de fondo que acompaña la apacible existencia de esa familia y de ese niño que en la escuela juega con sus amigos, tutsis o hutus, sin imaginar que un día esa violencia latente va a irrumpir en sus casas y en sus familias.
Los juegos infantiles, la vida en la escuela y en el barrio, la vida familiar con sus alegrías y sus tensiones, la ingenua despreocupación de unos y otros, van acompañados de los rumores y noticias preocupantes que se van acumulando a lo largo de los meses.
Con sensibilidad y pudor, Barbier sabe crear sobre todo una atmósfera de tensión, en la que la violencia queda casi siempre fuera de campo, mientras la cámara sigue de cerca la inquietud y desasosiego de sus personajes.
La quiebra de la inocencia infantil, la crisis familiar que ese conflicto bélico va a crear en una familia bicultural franco ruandesa, la irracional brutalidad del genocidio contemplado con indiferencia o resignación por la ex potencia colonial francesa, son los elementos que Barbier maneja en su rigurosa puesta en escena, en la que busca una deliberada distanciación.
El insoportable horror del genocidio ruandés, es así revisitado aquí como un deber de memoria y de resiliencia, como un canto rapero, a la inocencia infantil y a la perdida de esa inocencia, que cierra las ultimas y dolorosas imágenes de la película.