La cocina ha sido durante siglos el sitio de los hogares en el que reinaba la mujer, autoridad indiscutible porque la logística para dar de comer a toda la familia no suponía solo cocinar, sino decidir qué se comía y cómo se comía, dónde se compraban las viandas y cómo se conservaban.
No se quiere decir con esto que el paternalismo que ha caracterizado la sociedad moderna no abarcara la cocina, sino que resultaba más cómodo para el «cabeza de familia» delegar esta faceta de la vida familiar en la consorte, ya que así podía dedicarse con más plenitud a las tareas «más propias de su sexo» según el estándar de la época.
Y decimos que ha sido así durante siglos porque solo desde décadas recientes, más concretamente desde que la segunda guerra mundial hizo que las mujeres tuvieran que asumir más responsabilidades en la vida social, cuando la cocina dejó de ser ese reducto casi exclusivo, ya que al salir del hogar familiar otras personas tuvieron que sustituirla.
Y, todo muy resumido, alcanzamos los años finales del siglo veinte en los que las cocinas pasaron a tener nuevas funcionalidades, nuevos actores dentro de la familia, se vieron sometidas a los cambios de las nuevas tecnologías y, con las nuevas tipologías de viviendas, llegó el diseño para hacerlas más funcionales, tanto en los electrodomésticos como en la configuración de los espacios.
Actualmente es impensable vender una casa que no ofrezca una cocina adecuada a la vida moderna familiar, en la que el trabajo se comparte por la pareja fuera del hogar, y los hijos tienen que ser autosuficientes en los horarios que no comparten con los padres. Toda la industria relacionada con la cocina se ha volcado en este nuevo paradigma, en el que ocupa un lugar predominante la confortabilidad, la comodidad, la accesibilidad y la seguridad.
Para acompañar este proceso surgieron múltiples iniciativas, desde la propia industria para aconsejar en todos los aspectos el diseño y la implementación de las nuevas cocinas, también gabinetes de profesionales especializados, pero la herramienta definitiva viene de la mano del planificador de cocinas que permite diseñar la cocina con la que se ha soñado desde casa con tecnología 3D.
Y ya no se establecen distinciones entre hombres y mujeres, la cocina ha dejado de ser el territorio del «ama de casa» para ser un espacio familiar compartido, en el que todos sus miembros pueden disfrutar de desayunos y meriendas personalizados, así como de comidas y cenas preparadas artesanalmente o con la ayuda de los últimos robot que guían paso a paso como elaborar los platos más sofisticados.
Evidencias de esta nueva realidad son que los chef también han perdido la hegemonía de sexo varón, y ahora muchas mujeres se abren hueco en los mejores restaurantes y crean tendencia, el cine ofrece buenas películas sobre esta realidad.
Pero el reflejo en la vida cotidiana viene de la incorporación del hombre a la cocina, quizá en un principio obligado por la nueva configuración de la sociedad, pero asumido ahora también como fuente de satisfacción y, por qué no decirlo, también como herramienta de seducción.
Y, para cerrar el ciclo, también se produce la incorporación de los menores al ámbito de la cocina, es posible que no sea correcto decir que «está de moda», pero es innegable que los programas de televisión bajo la etiqueta de «master chef junior» se han extendido al punto de que cadenas públicas y privadas compiten con altos presupuestos por quedarse con esos espectadores.
Programas de televisión que no solo muestran esa realidad, sino que han ayudado a asumir el criterio de que «quedarse en casa» puede ser una buena opción, especialmente si hemos diseñado una cocina como un lugar acogedor, en el que es posible encontrarse con la pareja o con lo hijos, también con los amigos, y disfrutar del momento.