Por Ana Núñez[1]
En un país, hace muchos, muchos años, dónde existía la magia. había un malvado mago que lo único que quería era ser el más poderoso de todo el Mundo.
Era alto, era fuerte, era gruñón y, sobre todo, un gran mago, pero siempre quería más.
En ese país, había un bosque, cruzando el sendero de las hadas y el llano de amapolas.
Era el Bosque de la Luna, dónde siempre había luna, pero no siempre era de noche. El sol, la luna y las estrellas bailaban juntos en el cielo.
Allí vivían los unicornios.
Las Leyes de los Unicornios no los dejaban salir del Bosque, porque los Extraños de fuera ya habían intentado quitarles sus casas. Pero había algunos unicornios que no obedecían las leyes y a veces salían del bosque.
Plata era un pequeño unicornio que vivía en el Bosque de la Luna. Era muy joven y travieso. Desobedecía las leyes, no le daban miedo los Extraños de fuera. Todas las noches de Luna Llena salía del Bosque para jugar con sus amigos, el Búho, la Ardilla.
El malvado Mago estaba obsesionado con la magia de los unicornios, que era la más fuerte. Con solo atrapar a uno de ellos, sería capaz de entrar en el Bosque y convertirlos en sus esclavos.
Un día, ya cansado de esperar, gritó a sus sirvientes:
—¡Ofreceré una gran recompensa a quién me traiga información de cómo entrar al Bosque de la Luna!
Todo el mundo en el país se enteró. Todos querían llevarle algo al gran Mago. Algunos intentaron engañarlo. Pobre de ellos. Acabaron en los calabozos. Torturados con cosquillas hasta a la hora de dormir y calcetines sucios y apestosos en su almohada.
Unos meses después, un viejo Ladrón de Caballos, llegó al castillo del Mago.
—¡Oh, Gran Mago! ¡Yo no sé entrar en el Bosque! —dijo—¡Pero sí he visto a un unicornio corriendo por el prado las noches de luna llena!
Fue una gran noticia y el Mago mandó a sus más fieros soldados a esperar a ese unicornio que salía sin permiso del Bosque.
Como cada luna llena, Plata abandonó el Bosque, pero antes de que pudiera jugar con sus amigos, una red había caído sobre él, y cuando intentó usar su magia, algo lo golpeó y se desmayó.
Los soldados llegaron al castillo del Mago con el unicornio dormido. Él lo tenía todo listo; con ayuda de una máquina y su enorme magia, extraería la magia del unicornio y todo el poder y los secretos del Bosque de la Luna serían suyos.
Plata se despertó atado con cadenas al suelo, mientras uno de esos Extraños lo miraba riendo. JaJaJa.
El pequeño Plata tuvo miedo, por primera vez, se arrepintió de no obedecer a su mamá y su papá y de no hacerle caso a las ancestrales leyes del Bosque de la Luna.
Se prometió que si no le pasaba nada, volvería a su casa y ya siempre se portaría bien.
El Mago movió las manos y lanzó una ráfaga de luz que golpeó a Plata en el cuerno. ¡ZAS!
Plata cerró los ojos asustado, temblando, pero, sintió algo cálido en su cuerpo y su magia se activó. Se defendió de la del Mago, la eliminó y lo golpeó a él. Era magia ancestral de Naturaleza y seres del Bosque.
El Mago se quedó extrañado. Se miró las manos y las vio trasparentes. Empezó a elevarse en el aire y cuando ya estaba muy, muy alto en el techo, se convirtió en muchas burbujitas de jabón. ¡Plof!
Plata sacudió las patas y las cadenas se cayeron. Salió corriendo, escapando del castillo y guiándose por la luna y las estrellas llegó al Bosque. Feliz, aliviado de haber escapado.
Volvió a su casa, con su familia y desde entonces siempre fue obediente y nunca, nunca más desobedeció las leyes del Bosque de la Luna.
Y colorín, coloreado, este cuentecillo se ha acabado.
- Ana Núñez: Licenciada en Biología. Amante de la literatura, escritora y cuentacuentos. Sus primeros cuentos los escribió con trece años. Sus obras van desde adaptaciones al cómic (Caleórn, el Maldito, webcomic), pasando por antologías de cuentos de misterio (Ecos de Sangre, Diversidad Literaria) y novela (Sombras en la Noche, Diversidad Literaria).
Actualmente está trabajando en su segunda novela, aunque también escribe relatos cortos cuando la inspiración lo exige.