Plaza Avellaneda, la amistad puesta a prueba

La amistad forjada durante la infancia y puesta a prueba en la madurez es el tema de esta función que se ambienta y retoma atmósferas en la última crisis argentina, la del año 2001.

cartel-plaza-avellaneda Plaza Avellaneda, la amistad puesta a prueba Dos son los protagonistas, Ángel y Rubén, amigos desde la infancia. El uno, de carácter exaltado, se altera y se entusiasma con la euforia del encuentro, luego se deprime sin saber por qué; el otro, muy reconcentrado, parece estar al acecho del menor altibajo de Ángel, tal vez guardándose la última carta.

Los cortes en el tiempo muestran cómo ambos han evolucionado de manera divergente al son de la crisis, cuando los principios cuestan dinero y acaso también la vida, la cárcel. Ni que decir tiene que esto requiere cambios de vestuario casi instantáneos, juegos, atmósferas, broncas y risas sin ocultarle nada al espectador.

Ángel se recupera en la habitación de un hospital de un suceso que no sabe situar ni en el tiempo ni en el espacio, seguramente un golpe en la cabeza ha dañado algunas de sus neuronas y los recuerdos le fallan: huyen de él cuando los busca y le asaltan cuando los rehúye. De repente, esto, de repente, aquello otro, está obsesionado, quiere demostrarse a sí mismo y a los médicos que su memoria está intacta.

A la habitación llega la visita de Rubén, un gran amigo a quien Ángel no ve desde hace 16 años y juntos comienzan a recordar tiempos de infancia y juventud en los que compartieron una honda amistad. El contraste entre ambos es muy fuerte. Ángel es como un niño, se diría que sus reacciones son absolutamente elementales frente a las de Rubén, más matizadas, como con miedo, precaución y acecho. El primero no ha cambiado en nada, sus ideas siguen intactas; el segundo ha cambiado de una forma que Ángel no podría ni imaginar. Defiende a la policía, policía él mismo. Todo es un juego más, o así parece.

Ángel ya no sabe cómo colocarlo, pero se niega a renunciar a sus recuerdos con él. De pronto, recuerda un suceso reciente en la Avellaneda que cambiará la vida de ambos para siempre. ¿Dónde irá a parar todo aquello que fue su niñez en esa misma plaza donde hoy rugen las manifestaciones, las cargas policiales y las carreras? Siente como si el amigo hubiera venido a darle el aviso, a advertirle de que se ande con cuidado y tal vez a decirle: «De no ser por mí, hoy no estarías en esta habitación sino en la cárcel, o muerto». Quién sabe para qué sirve un amigo: hasta en el infierno, dice el refrán. Dos grandes actuaciones en el duelo feroz de la madurez.

  • Plaza Avellaneda, de Quique Fernández
  • Compañía: Teatro Secreto
  • Reparto: Quique Fernández y Diego García Lorente
  • Dirección: Rosalía Martínez
  • Escenografía: Tomás Muñoz
  • Vestuario: Mónica Teijeiro
  • Iluminación: David Moreno
  • Espacio: Teatro del Arte (Cosme y Damián, 3)
  • Fecha: 5 de abril de 2014.Todos los domingos de abril a las 20:30
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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