La acuñada frase de que “por la boca muere el pez” podría aplicarse en estos momentos a algunos políticos tanto de nuevo como de viejo cuño, que están dejando entrever qué portan tanto en la sesera como en sus sentimientos. Y lo peor de la cosa es que son los tipos que hoy nos gobiernan, a los que les pagamos el sueldo los ciudadanos de a pie que por respuesta recibimos a cambio una coz sonora, cuando no un rebuzno verbal, cosas impropias de alguien que se dedica a la cosa pública.
De entre todos ellos podrían destacarse dos prohombres, a cual más peculiar, si bien es cierto que no son los únicos: uno situado en el ala izquierda más acusada del actual panorama político, en eso que ahora llaman fuerzas emergentes, transversales, que también son ganas de marear la perdiz. El sujeto en cuestión responde al nombre de Guillermo Zapata; se trata de un edil de Ahora Madrid que iba nada más y nada menos que para concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid en el Gobierno de la nueva alcaldesa, Manuela Carmena. Con solo pensarlo se le abren a uno las carnes, sobre todo a algunos de los que nos sentimos madrileños de nacimiento o de adopción, como es el caso, con una añada de más de 50 años en el zurrón.
Este sujeto político tiene en su curriculum verbal frases que en cualquier país medianamente serio de nuestro entorno lo inhabilitarían para ejercer cargo público alguno. Es cierto que las dijo hace años, pero las dijo. Mofarse de millones de judíos quemados vivos, de una persona impedida como Irene Villa, fruto de los asesinos de ETA, o hacer alusiones a Marta del Castillo, cuyo cuerpo sigue en paradero desconocido, resulta algo sencillamente miserable. Pero lo más grotesco de todo es que dice hacerlo en nombre del humor negro. Si es así, con su hiel lo digiera.
El segundo político digno de figurar en el frontispicio de la estupidez político-verbal pertenece al Partido Popular, responde al nombre de Rafael Hernando y es el actual portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados. Pero a diferencia de Zapata, al que no dieron ni cinco minutos de respiro la poderosa prensa mediática, Hernando pareciera tener patente de corso, y ahí lo tenemos diciendo barbaridades con la aquiescencia de sus propios. Y además cree, según sus propias palabras, que para tratar ciertas cosas hay que tener el culo limpio. Tendrá el ano como los chorros del oro, pero la lengua es carne de sumidero.
Este individuo elevado a la política es el representante de nuestra derecha más genuina al tiempo que responsable también de frases indignas en cualquier persona que ocupe un cargo público; pero ahí lo tienen ustedes, dando lecciones de saber a propios y extraños. En su haber tiene frases que unas veces rayan en la ignorancia y otras en el bochorno. Porque decir que la República fue la responsable de que hubiera un millón de muertos lo sitúan, históricamente hablando, a nivel de parvulario. Al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lo ha tildado de lenguaraz, apelativo que le viene a Hernando como anillo al dedo, mientras que al juez Pedraz lo ha tachado de figurín, para rematar la faena diciendo que según su parecer el juez Baltasar Garzón va de estrella.
Junto a todo ello, y al parecer dando lecciones de doctos conocimientos en la materia, para Rafael Hernando la desnutrición infantil es algo puntual, tratándose de una responsabilidad de los padres. Pero donde el ungido portavoz del Partido Popular en el Congreso se desparrama con su verborrea fuera de toda lógica es en lo referente a nuestra memoria histórica y a los familiares de los miles de muertos cuyos restos permanecen en las cunetas de nuestros pueblos y ciudades tras la masacre del Régimen franquista. Según sus palabras, parece ser que algunos familiares solo se acuerdan de ellos cuando hay subvención. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Como diría el hortelano, “con estos bueyes tenemos que arar”. Este par de individuos están hoy en pleno ejercicio político de sus funciones no sabemos hasta cuándo. Pero lo que ha salido de sus bocas, cual reflejo de ellos mismos, hiere cualquier sensibilidad. Deberían saber que uno es dueño de sus silencios, pero también responsable de sus palabras, ya sea en las redes sociales, como es el caso de uno, o en su verborrea tabernaria, el de la diestra rampante.