Roberto Cataldi[1]
Hoy por hoy no solo se propaga de manera vertiginosa la incertidumbre sobre lo que puede suceder mañana con el destino del mundo, pues, también de manera galopante crece la desconfianza, el nihilismo, el relativismo, la pérdida de los valores universales.


En fin, Vladimir Putin amenaza con una guerra nuclear que puede destruir la civilización, o al menos Europa. Por su parte, Emmanuel Macron, no se queda atrás, ya que con el arsenal nuclear francés (el único de la UE) podría destruir la Madre Rusia, en tanto el heredero de Napoleón lanza un manual de supervivencia para los franceses en caso de peligro inminente…
Donald Trump hace a diestra y siniestra veladas amenazas y ordena ataques aéreos contra los hutíes de Yemen, donde muere gente inocente, incluyendo niños, como está sucediendo en la Franja de Gaza con Benjamín Netanyahu. China hostiga con su fuerza aérea y naval a Taiwán, territorio al que dice no piensa renunciar. Y podríamos continuar con las varias decenas de conflictos bélicos que se verifican en distintas regiones del planeta, y otros en ciernes.
Si algo está claro, es el rearme en todas las regiones, y no hay mejor noticia para la industria militar. No estoy seguro de la frase de origen latino que implica una paradoja: «Si quieres la paz, prepárate para la guerra», y quizás algunos la comparen con el apotegma que tenemos los médicos: «Más vale prevenir que curar», también de origen latino.
Sin embargo, Japón y Alemania, luego de la Segunda Guerra Mundial tuvieron prohibido rearmarse, y la prohibición fue de gran utilidad, ya que les permitió desarrollarse, ocuparse de los problemas de la población, y convertirse en potencias económicas… En efecto, el rearme no es gratis, al igual que en la guerra se hace a expensas de descuidar el bien común. De todas maneras, esto es lo que se deja ver, y sin duda la trastienda es otra.
Si uno repara con detenimiento en las palabras, los gestos, las provocaciones y las extorsiones, así como las decisiones inhumanas cuando no criminales de Donald Trump, Vladímir Putin y Xi Jinping, advierte en ellos la tentación irrefrenable por construir sus propios imperios y zonas de influencia, cueste lo que cueste.
Y no es asunto de dudar por dudar, pero sí dar paso a una duda razonable. … Así pues, confieso que me he debatido entre los adjetivos «posible» y «probable», finalmente me incliné por el primero, pero solo por prudencia.
Estos tres personajes, nefastos para la salud de la humanidad y del planeta, desprecian abiertamente la democracia y las instituciones republicanas, no admiten el disenso o la crítica, los encandila el poder y los grandes negocios, buscan expandirse por la razón de las armas, quieren apropiarse de los recursos que son ajenos con cualquier excusa, en suma, pretenden ser los héroes de la recuperación de los «paraísos perdidos», con la ilusión de que sus respectivos pueblos mañana los veneren como si fuesen dioses.
Yo no sé hasta qué punto las amenazas que mutuamente se lanzan son reales o están dentro de una estrategia tripartita, donde la táctica es la pelea mediática en el teatro geopolítico, para que la gente termine aceptando (porque no le queda otra) una solución injusta, la que a ellos les conviene. Buscan un nuevo orden que reemplace al surgido de la Segunda Guerra Mundial, que por cierto hace mucho que venía haciendo agua. Sé que puedo estar equivocado, lo admito, pero no creo que sea casual que los tres se entiendan muy bien.
Thomas L. Friedman (The New York Times) sostiene que Putin está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de quedarse con parte de Ucrania, en realidad quiere ser el dueño de ese país, y para ello necesita que Kiev deje de recibir la asistencia militar y de inteligencia. Friedman dice no confiar en las «conversaciones privadas» entre Trump y Putin. Piensa que si Trump y JD Vance entregan Ucrania, llevarán en sus frentes para siempre la marca de Caín, como traidores de la política exterior estadounidense, que durante 250 años defendió la libertad frente a la tiranía (no creo que les quite el sueño). Y sostiene que los aliados europeos, en conjunto, han aportado más ayuda económica y asistencia a los refugiados de Ucrania que los Estados Unidos, por consiguiente Trump miente. No es una novedad, ya sabemos que es un mitómano, además de ser el presidente más ignorante que ha tenido los Estados Unidos, comenzando por ignorar la historia, como también sucede con Putin y Xi Jinping cuando pretenden burlarla.
Bástenos haber presenciado por televisión el destrato que le prodigaron a Volodimir Zelensky en el Salón Oval, al que terminaron echando de la Casa Blanca como si fuese un perro (aunque los perros merecen un buen trato). Me imagino la presión y las extorsiones que permanentemente sufrirá Zelensky de estos canallas, a quien incluso si no se rinde quieren responsabilizar de una presunta Tercera Guerra Mundial…
A Rusia y China les interesa que Estados Unidos acepte quedarse como «el dueño de Occidente», mientras ellos se repartirían el resto del planeta; es más, envueltos en una nube de megalomanía, ya se disputan el espacio exterior…
Xi Jinping debería tener presente que Confucio dijo: «La ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas».Trump que su compatriota Thomas Alva Edison sostuvo: «No sabemos ni un cienmillonésimo de nada».Y Putin, que Tolstoi manifestó: «¡Sé malo, pero al menos no seas un mentiroso!» y «En el nombre de Dios, deténgase un momento, cese su trabajo, mire a su alrededor».
Pero claro, las ambiciones malditas no les permiten ver, y siguen a rajatabla aquello que solía decir con su habitual cinismo Joseph Stalin, que una muerte es toda una tragedia, pero un millón de muertes es tan solo una estadística… No olvidemos que Stalin dispuso matar de hambre a unos cinco millones de ucranianos (el genocidio del Holodomor), en el marco de una política de colectivización y rusificación. En efecto, estamos a merced de unos dirigentes narcisistas, mentirosos, populistas y desalmados; qué diría hoy si viviese Emil Kraepelin, fundador de la psiquiatría.
Ignoro cómo terminará esta aventura peligrosa, pienso que dependerá en gran medida de la firmeza de los pueblos y de la inteligencia de las instituciones que defiendan sus derechos, oponiéndose a estas aberraciones, más allá que siempre puede aparecer un «cisne negro».
La historia, la gran maestra, nos enseña cómo los imperios más poderosos de la tierra, absolutamente todos, terminaron fracasando y conduciendo a sus pueblos a la ruina.
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)