«Debo aparentar estar bien. Utilizo palabras como cool, it girl, fashion, y otros anglicismos para conectar al mundo con mi mundo. Subo de forma compulsiva fotos de todo lo que hago durante el año pero el postureo del verano me invita a programar un auténtico guión de lo que debo trasladar de mi. Es un trabajo como otro cualquiera pero el postureo que mantengo durante el año, no puedo dejarlo en vacaciones. Eso jamás…», dice una joven al ser entrevistada.
Maquillarse para sacarte una foto recién levantada, alardear de estar en alta mar cuando estás en un pantano o pretender aparentar ser feliz cuando no lo eres, son síntomas que dicen mucho del usuario de las redes sociales. YouTubers, Influencers, Bloggers que condicionan tu existencia y te cuentan su vida para que tú les sigas, hace no potenciar la comunicación en persona sino vivir en diferido para ser aprobado por las masas y seguir tendencias, criterios y sobre todo, ideas que a lo mejor no compartes, pero si no las sigues, no estás «In».
Uno de cada tres españoles es adicto al postureo en las redes sociales, según revela el estudio Desco- ne-tta, que ha analizado si los españoles desconectan o si tienen dependencia absoluta del móvil en vacaciones. El 49 % de los españoles es adicto todo el año pero el 30, confiesa que solo utiliza el móvil para compartir su vida en fotos a través de WhatsApp, Facebook o Instagram; las plataformas a las que recurre para contar qué va haciendo durante el día. Entre otras actividades que tienen que ver con la imagen, suben videos en entornos en donde ellos son los protagonistas y lo sube antes a la red, sin que su familia lo sepa o lo conozca.
El síndrome de abstinencia que se llega a tener procura además de sentimientos de culpa por no estar a la altura, ansiedad, fobias y ganas de volver a la rutina por estar desconectado. Ir a la playa no se disfruta si no se hacen las fotos y se suben, por tanto, para estar a la altura se necesita, tiempo, dedicación y un esfuerzo por no desconectarse de la sociedad que te sigue. Los «me gusta» generan en los jóvenes sentimientos de triunfo, realzan su posición, suben la autoestima y dan seguridad en el entorno en donde se mueven.
En términos de abstinencia este síndrome que de momento no está tipificado por el DSM, no se considera aún patología pero si revela que 4 de cada 5 jóvenes presenta un malestar significativo tanto físico como mental, confusión y sobre todo un estado de aislamiento extremo que les lleva a tener una ansiedad que no controlan. Estos rasgos, característicos del síndrome de abstinencia producido por las drogas o el alcohol, es psíquico y sugiere un grado de dependencia no controlada que hace que los jóvenes no moderen el uso del teléfono y les cree una absoluta enfermedad no tenerlo entre las manos.
Los síntomas comienzan cuando no se disfruta del presente, no se habla con las personas que tenemos al lado y no prestamos atención a lo que estamos viviendo. Nuestra mente está en otro sitio y participamos con los demás que no tenemos cerca aquello que estamos viendo, comiendo o sintiendo. Si subimos a la montaña rusa, es un imperativo hacernos un video para contarle a alguien lo que estamos sintiendo, si no, disfrutar del medio no nos provocará nada. Le tenemos que enviar una foto con una cara descompuesta a nuestros seguidores pero no prestamos atención a la persona que ha montado con nosotros.
No hablamos de patología ni tampoco de adicción, sino de un mal hábito que ha convertido en dependencia un aparato que llevamos encima y una proyección irreal de nuestra persona para adquirir conceptos que en otro tiempo no hubieran sido posibles. La realidad es que aspectos como la tolerancia a la frustración y la baja autoestima hacen de las personas auténticos dependientes de su vida incluso en vacaciones en donde deben proyectar una vida ideal en un sitio paradisíaco y sin problemas para que su sociedad, aquella que le gusta o no lo que hace, le acepte su postureo. Postureo, sí, hablamos ya de postureo en las redes sociales.
En relación a este postureo un corto se ha vuelto viral ya que demuestra el esfuerzo al que se someten muchas personas para proyectar una felicidad irreal que no sienten en su vida cotidiana pero que les hace ser felices para la galeria algo que les genera un malestar infinito, la llamada hoy, depresión por las redes sociales.