El 20 de abril de 2017 se estrenó en el Teatro La Latina de Madrid Prefiero que seamos amigos, una comedia francesa con Lolita Flores y Luis Mottola de protagonistas únicos y, como en cualquier dramón español de amor y desamor que se precie, por muy francés que sea su autor, si la una es fuego y agua el otro, la pareja está servida.
Lo cierto es que la comedia está tan bien traducida y adaptada a nuestra particular idiosincrasia televisiva, que no puede comprendernos mejor, pero de romántica no tiene nada. Y subrayo lo de televisiva y tacho lo de romántica porque hay parcelas de la realidad española, sobre todo en lo tocante a la actualidad televisiva, que uno puede imaginar que ocurren «tabique con tabique» en la casa de al lado y que cualesquiera de nuestros vecinos la están viendo en la pantalla. Tanto humor y tan bien construido que salta por los aires con una precisión a la que sólo la televisión nos tiene acostumbrados.
Lo cierto que bajo un título tan banal (Prefiero que seamos amigos: ¡cuántas veces hemos dicho u oído la frasecita!) lanza unas verdades tan grandes con tal humorístico descaro que parecen recién sacadas de nuevo cuño, poniendo al descubierto los tópicos ya consagrados en lo que se refiere a la guerra de los sexos y llenando de sorpresas agridulces la tarta de la amistad consolidada por los años de uso y abuso. Estamos ante la pareja formada por dos amigos, tan cercanos y tan cómodos en la mutua compañía, que creen conocer todo el uno del otro, de manera que cuando uno de ellos quiere cambiar las reglas del juego y pasar a otro nivel, el otro descubre que no conoce absolutamente nada de su amigo porque está totalmente cegado y es incapaz de ver más allá. Y viceversa. Aquí está servida la comedia. Uno busca algo más pasional que el sofá, la peli y una pizza en compañía de su amigo charlando e intercambiando historias de conquistas, lo que no imaginamos es de cuál de los dos se trata.
En cuanto a los dos protagonistas, ambos se diría que estaban hechos para esos papeles: Mottola con su despreocupación aparente y su pasotismo de mantenido, Lolita con ese sentimiento desgarrado que pone en todo y que le hace arrancarse por la copla en un par de ocasiones porque las palabras ya no bastan para expresar todo lo que ella siente, «que no cabe en ese cuerpo», y entre ellos se da el desconcierto más grande tapizado de humor que hace estallar la carcajada del espectador y también a veces la de ellos, como si dijeran: «¿Pero a qué he tenido que decir yo esto, es que acaso estoy hablando de mí mismo?»
Lo mejor para mí, el momento culminante, es cuando ella le retira la cena a la que le tiene acostumbrado en ese plan tan drástico que se ha propuesto llevar a cabo de «si no A, no B», o todo o nada: «Ah, ¿que no aceptas mi propuesta? Pues se acabó la mozzarella con el salmón». Fuera todo, bravo, aunque esto se podía haber llevado todavía más lejos a costa de otras escenas. Sin embargo, como en los dramas clásicos, será algo muy inesperado y externo a la escena lo que llevará a la pareja de amigos a un inesperado entendimiento. ¿Cómo acabará su historia después de tan larga travesía del sofá como desierto?
Prefiero que seamos amigos (Je préfère qu’on reste amis) es una comedia romántica de Laurent Ruquier estrenada en enero de 2014 en el Théâtre Antoine y que en dos temporadas cosechó más de 5,1 millones de espectadores.
- Texto de Laurent Ruquier
Versión de Tamzin Townsend y Chema Rodríguez-Calderón.
Reparto: Lolita Flores y Luis Mottola
Dirección: Tamzin Townsend.
Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Iluminación: Felipe Ramos
Vestuario: Gabriela Salaberri
Producción de Jesús Cimarro para Pentación.
Fecha de la función comentada: 21 de abril de 2017