Teresa Gurza¹
No hubo día de esta semana sin que me enterara de, cuanto menos, treinta contagios por ómicron, entre familiares y amigos.
En todo el mundo las cifras baten récords y resulta increíble que muchos se hayan contagiado por haber ido a donde era previsible que eso sucedería.
Y no me refiero a quienes por necesidad vital deben salir a trabajar tomando transportes antihigiénicos y atestados, ni a los infelices que se han infectado en México por estar horas parados sin respetar distancias esperando ser vacunados, sino a quienes fueron a pasar Año Nuevo a sitios donde sabían que contagiarse era casi seguro.
Los pretextos fueron múltiples.
Querían reunirse con amigos y familiares; estaban hartos y deprimidos; sería el primer viaje familiar; se aburrieron de vivir con miedo; tienen derecho a divertirse; habían pagado avión y estancia para esas playas…
Hasta el primer ministro de Inglaterra, Boris Johnson y el futbolista Messi están en la lista de irresponsables y podrían perder, por ello, sus trabajos.
Ningún pretexto es válido y menos los de padres que argumentan «la juventud no entiende», porque implica que a esa juventud que salió a ser contagiada y contagiar, no le enseñaron responsabilidad.
Pobres de los infectados. Es desagradable estar enfermo aun con síntomas leves, y peor si se tuvo que pasar la cuarentena en país ajeno y sin la familia.
Pero lo lamento mucho más por los médicos y enfermeras, emocional y físicamente reventados tras dos años de trabajo extenuante en incómoda indumentaria y con temor a contagiarse, desanimados por gravedades y muertes, sin poder abrazar a los suyos y viendo con frustración, impotencia y coraje, a quienes no se cuidan.
De seguir así, la pandemia no terminará; porque una persona con ómicron y sin cubrebocas puede contagiar a 264 en doce días.
Hay especialistas que sostienen que mientras más infectados, más pronto veremos el fin por «la protección de rebaño» y ómicron quedará como resfriado común y enfermedad de niños.
Otros advierten de que los virus no siempre se vuelven menos letales, y que cada infección es nueva oportunidad para que muten en algo peor; y piden intensificar la vacunación ahora, porque ignoramos cómo podrán evolucionar las próximas cepas y si servirán contra ellas las actuales vacunas.
Ómicron puso a prueba los sistemas de salud de todo el mundo, porque es cuatro veces más contagiosa que las anteriores.
Y en México, donde ha muerto más personal sanitario que en ningún otro país, hubo el último mes más de 300.000 nuevos casos y 49.343 solo este martes 18 de enero de 2022, lo que saturó hospitales y los institutos nacionales de salud.
El mundo anticipa que serán difíciles las próximas semanas y los más afectados serán los no vacunados por el acaparamiento de vacunas hecho por los países ricos.
Oxfam Internacional informó ese mismo martes de que la crisis económica provocada por la pandemia aumentó la desigualdad, duplicó la fortuna de los diez hombres más ricos del mundo, incrementó la deuda de los países pobres y redujo su gasto social, ocasionando el doble de muertes por covid que el habido en países ricos.
Y mientras los pobres suplican por vacunas, millones en las naciones ricas no quieren vacunarse, porque desconfían de sus gobiernos y argumentan que son formas de espionaje y control.
Otros tampoco se vacunan porque se sienten superiores para cumplir medidas, como Djokovic, al que me encantó que corrieran de Australia, y gente de condados gringos que en 2020 votaron por Trump.
Y hay vacunados que no están protegidos, porque recibieron sueros caducos o inservibles por no guardar la cadena de frío.
Mucho es lo que se ignora sobre el coronavirus, pero se sabe que los no vacunados son los que llenan hospitales.
De ahí que el futuro de México sea malo porque no ha vacunado a menores de quince años; solo el 74 por ciento de mayores de 60 años y el 45 por ciento de trabajadores de salud y educación, tienen dosis de refuerzo, y apenas el 57 por ciento de adolescentes y el 34 por ciento de embarazadas cuentan con la primera.
Por algo López Obrador [el presidente del país] ha clasificado el tema vacunas «asunto de seguridad nacional» y lo mantiene oculto.
Insiste que «vamos de bajada», pero su anuncio que cambiará el método de contar infectados y fallecidos hace temer lo contrario.
Su secretario de Salud, Jorge Alcocer, «explicó» que la modificación obedece «a que estamos en tiempos nuevos, nuevos compromisos, nuevas visiones; ante el desconocimiento que aún existe desafortunadamente a nivel científico sobre la pandemia, nosotros no nos hemos debilitado, lo contrario, nos anima, nos fortalecemos».
Sólo Dios sabe, qué quiso decir.
- Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente