Prostitución en Barcelona: profesionalización

Manel Fernández*

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Joan Colom. La calle, hacia 1960-1961. Donación del autor. Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona © Joan Colom

La despenalización de algunos aspectos de la prostitución en España, en 1995, supuso un importante avance en los derechos de aquellas personas que se ganaban la vida ofreciendo sus servicios sexuales, pero poco ha conseguido por superar la estigmatización social.

Pretender, como lo han declarado algunos, caso de los socialistas franceses, la abolición de la prostitución, me parece, con todo respeto, de una supina ingenuidad, ya que a lo único que contribuye es a mantener dicha actividad dentro de la clandestinidad y de la mafia, in sécula seculórum.

En nuestra sociedad, podemos implantar depuradoras para que las aguas cada vez sean más limpias y claras, pero lo que nunca podremos conseguir es que éstas no tengan ningún residuo y que se convierta en H2O, entre otras cosas porque esa combinación atómica prácticamente no existe en la naturaleza.

La pasada década de gobiernos socialistas ha contribuido a un importante desarrollo de los derechos humanos y sociales de la ciudadanía, pero también ha dejado unas cuantas asignaturas pendientes, una de las cuales es la regulación del oficio más antiguo, el de la prostitución.

Si hemos sacado a gays y lesbianas de los armarios y no se ha acabado el mundo, debemos preguntarnos por qué no hemos sacado aún a prostitutas y prostitutos, regulando de una vez por todas, como lo está en muchos países europeos, el ejercicio de dicho oficio o profesión.

En esta como en otras muchas lacras sociales, como solía afirmar Jean-Paul Sartre, todos somos víctimas y responsables, pero lo que no podemos obviar es que quienes mayor responsabilidad tienen en la resolución de esta gran hipocresía y farsa social son nuestros sindicatos, pues se supone que han de ser los defensores de los trabajadores explotados.

Que miren hacia otro lugar los políticos de turno, como nuestro querido alcalde, D. Xavier Trias, y pretendan arrinconar a este sector de la población y quitarlo de la calle a base de talonario o de porra de goma, es algo lógico, pues para algo representa a las clases acomodadas y a la gente de bien, pero que lo hagan los sindicatos, como si oyesen llover, es una muestra más de las muchas pérdidas de perspectiva que los viene caracterizando.

A mi entender, y pienso luchar por ello si accedo a la alcaldía de Barcelona, la regulación de la prostitución pasaría por ubicarla en el contexto del Código Nacional de Ocupaciones y por establecer una normativa con rango de Ley que regule aspectos como el acceso a dicha profesión; los derechos y obligaciones de sus ejercitantes, especialmente los de Seguridad Social y sindicación; los lugares y las condiciones donde puede practicarse; el código de sanciones y penas para quienes pretendan inducir o coaccionar a las personas al ejercicio de esta profesión, y los sistemas de apoyo para aquellos que libremente deseen abandonarla.

Sacar del armario a las personas que ejercen la prostitución es evidente que contribuiría a dignificar a este importante sector de la población; a luchar contra el tráfico ilegal de personas; a erradicar y controlar las enfermedades de transmisión sexual; a reducir la economía sumergida, y a luchar contra el crimen organizado, en el que, en muchas ocasiones, han sido señalados algunos de nuestros importantes políticos.

Ante tan poderosas razones para proceder de una vez por todas a la regulación de la misma, y el poco interés social por abordarlo, debemos preguntarnos, como lo haría cualquier inspector de policía, ¿a quién beneficia esta situación de ambigüedad e hipocresía?

*Manel Fernández es aspirante a candidato a la alcaldía de Barcelona por el PSC

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