Pussy Riot es el nombre de la banda punk que con sus intervenciones públicas provocadoras, que ellas llaman performances de arte moderno, ha dado más problemas al Kremlin y a la prensa rusa.
Pussy significa gatito, también el órgano sexual femenino, de ahí que los detractores del grupo, sobre todo los fieles ortodoxos que fueron los que se sintieron más agraviados por su irrupción en la catedral del Salvador, les llamen despectivamente ‘vaginas rabiosas’ y de ahí para arriba.
De nada han valido descalificaciones contra la firmeza casi adolescente de las tres jóvenes, dos de las cuales ya son madres. Hasta el todopoderoso Putin ha tenido que darse por enterado y responder públicamente a las preguntas sobre la causa de las tres muchachas (tres de las componentes de la banda), que han pasado por la cárcel para salir convertidas en heroínas contra el poder establecido y más concretamente contra la alianza iglesia-estado. Nada de odio religioso, por tanto.
Ahora tenemos a la vista «Pussy Riot: a punk prayer», el documental sobre las tres chicas de la banda (Nadia, María y Yekaterina). Dirigido por Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin, estamos ante una coproducción ruso-británica que sigue el caso judicial de la banda al mismo tiempo que muestra entrevistas con los familiares de las chicas, el apoyo incondicional -en la calle y en la sala del juicio- por parte de manifestantes en su mayoría jóvenes que no parecen tener miedo a nada, la evolución de las chicas a lo largo de unos dos años (chicas muy bien educadas y preparadas intelectual y artísticamente) y el juicio final en que se juegan el destierro a Siberia o la libertad.
Asombra todo esto, asombra la libertad de aquella gente para expresarse contra el poder y en apoyo de las chicas, pero asombra sobre todo el alegato final precioso de cada una de ellas, sus argumentos a favor de la libertad muy bien preparados por ellas mismas en sus respectivos encierros, la entereza con que se reafirman en su lucha y, sobre todo, asombra más que nada el que se los dejaran leer en el juicio. ¿Sería el peso de la opinión pública mundial, el de la prensa internacional, el de tantos famosos apoyando? ¿Sería la presencia de sus excelentes abogados?
El 21 de febrero de 2012, Pussy Riot realizó una actuación contra en el altar de la Catedral Cristo Salvador de Moscú. Tres de sus integrantes, Nadezhda Tolokonnikova, Maria Alekhina y Yekaterina Samutsevich, fueron detenidas y más tarde sentenciadas a dos años de prisión al ser consideradas culpables de vandalismo motivado por odio religioso. En octubre del mismo año Samutsevich fue liberada y su sentencia quedó suspendida, mientras que sus dos compañeras, tal vez con no tan buenos abogados, permanecieron encarceladas hasta el pasado 23 de diciembre, día en que fueron liberadas gracias a una amnistía aprobada por el parlamento ruso y que incluyó a otros 500.000 prisioneros. Durante la reclusión de ambas, hubo negativas a otorgarles la libertad condicional, huelgas de hambre, protestas y cientos de artistas entre los que se encuentran Paul McCartney, Adele, Coldplay, Eddie Vedder, Radiohead, Johnny Marr, U2, Michael Stipe, Sting, Madonna, Björk y Arcade Fire que alzaron su voz por las activistas rusas.
http://youtu.be/acMN8xUWqUQ