Entre las acepciones de uso que el diccionario de la Academia de la Lengua da al verbo divertir están las de entretener, recrear, y las de apartar, desviar, alejar. Luego menciona la que en medicina se aplica a dirigir hacia otra parte un líquido corporal o la que se usa en el lenguaje de la milicia cuando se trata de dirigir la atención del enemigo a otra o a otras partes para dividir y debilitar sus fuerzas.
Yo no sé si el papa Francisco, quien recibió en audiencia el pasado lunes a los 83 obispos españoles, fue plenamente consciente de lo que dijo al despedirse de tan numerosa delegación, pero lo cierto es que el pontífice argentino -caracterizado por un cambio notable en las formas y expresiones con las que manifiesta sus criterios- les deseó que se divirtieran en la próxima Conferencia Episcopal, en cuya convocatoria se pondrá fin al periodo presidido por el ríspido Rouco.
La Conferencia Episcopal Española es la máxima institución administrativa de carácter permanente integrada por todos los obispos de las diócesis de España, en comunión y bajo la autoridad del pontífice que vive en Roma, para el ejercicio conjunto de algunas funciones pastorales del episcopado respecto de los fieles de su territorio, a tenor del derecho común y de sus estatutos. Su objetivo -leo- es promover la vida de la Iglesia, fortalecer su misión evangelizadora y responder de forma más eficaz al mayor bien que la Iglesia debe procurar a los hombres.
Si se toma al pie de la letra esa misión evangelizadora con objeto de procurar el mayor bien a los hombres, no parece que ese fin sea como para inspirar recreo o diversión entre la obispalía patria, máxime si se tiene en cuenta su distanciamiento, indiferencia o silencio con relación a las penalidades que está sufriendo una mayoría de la población. Esa actitud responde a las buenas relaciones que los respetables monseñores mantienen con el gobierno vigente, cuya ineptitud y regresivas leyes sociales y laborales han hecho crecer la penuria y la desiguadad entre los ciudadanos.
Si se tiene en cuenta, además, que estando como está España, la iglesia católica, apostólica y romana sigue disfrutando de los mismos privilegios de que gozó en vida del extinto dictador, sin que la crisis que afecta al bolsillo de la mayor parte de los contribuyentes toque las rentas que la religion vaticana recibe del Estado, desearles a sus empleados diversión y entretenimiento en el desempeño de sus labores suena más bien a ofensa.
Habrá quien piense que la expresión del papa Francisco obedece a ese supuesto cambio de estilo que algunos creen ver en su pontificado y que diversión puede comportar en esa nueva línea expresiva apartamiento, desviación o alejamiento de esa vieja iglesia rancia, retrógrada e intolerante que tan marcada huella dejó en la historia de España -cuatro guerras civiles- y sigue latente en nuestros días, con Rouco Varela a la cabeza. Tanta capacidad de creencia debe ser cosa de fe. Yo no la tengo.