Luis de Luis[1]
Entra Raquel Cordero en la sala, pide la venia al Maestro Manuel Valencia y, una vez obtenida (algo no tan fácil como, en principio, parece) procede a marcar su territorio y dejar las cosas claras y el chocolate espeso. Al fin y al cabo, estamos en el Foro y, de Madrid, Raquel nos piensa llevar al cielo; y lo hará.
Y Cordero comienza desgranando el diccionario (escogiendo las palabras que le van y las que le sobran, los pecados y los capitales, los manda y los mientos ) al hilo de una espléndida Violetera por turnos rabiosa y dulce, solícita y arisca, cariñosa y distante.
Con el público en suerte Raquel ( constantemente aliñada, azuzada y arropada por el Virtuoso Valencia) se convertirá en una Shirley McLaine castiza que sabe honrar la memoria de las Garland ( madre e hija), de las Lenya y las Lemper, de las Linas y de las Morgan: a todas convoca y reúne en este gozoso espectáculo.
Raquel Cordero se asuma más allá del arco iris y se vuelve a la sala Nueve Norte para, con la faja como piel y bandera, jugar y chapotear con delectación infantil y, entre palabrotas y descaros, ribeteada por su Pepito Grillo particular (el tantas veces ensalzado Valencia) emprende la búsqueda de su sentido del humor por cada centímetro de la sala una vez nos ha partido el corazón con alegrías y tristezas.
Hasta que, entre escatologías y filosofías y entre dimes y diretes, llega el momento de entrar a matar y Cordero saca el estoque y la muleta y conduce al público por los vericuetos de un alborozado y alboratado pasodoble en un deliciosamente mascullado spanglish: Francis Gay o,lo que es lo mismo, Francisco Alegre …
¡Y olé!
- Luis de Luis es crítico teatral
FICHA ARTÍSTICA
ACTRIZ: Raquel Cordero
PIANO: Manuel Valencia
DRAMATURGIA: Raquel Cordero