En tiempos de pánico, ébola y protocolos que fallan, o no se respetan, el estreno de la película [REC]4 tiene mucho de actualidad y muy poco de autenticidad. Yo creo que si se trataba de miedo, no se ha conseguido el efecto deseado.
Ciencia ficción – de la de monstruos y connotaciones diabólicas- al final es una película de las que prodigan la sangre y dejan los decorados pringosos de casquería. Ha inaugurado el reciente Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges 2014, está dirigida por Jaume Balagueró e interpretada sin demasiada brillantez por Manuela Velasco, a quien la publicidad presenta como “icono del cine de género” (de género terrorífico, claro), Paco Manzanedo, Ismael Fritschi y Críspulo Cabezas, entre otros.
[REC]4 también lleva el apropiado subtítulo de Apocalipsis, porque no es otra cosa la que se organiza a bordo de un barco en aguas de no se sabe donde, poblado por dudosos científicos, unos cuantos militares que no convencen y una reportera intrépida de nombre Angela, única superviviente de una infección ocurrida tampoco se sabe bien donde, todos amenazados por un virus que “posee” a sus víctimas, definido como “parásito” y concretado en una especie de anguila poco amigable que se introduce en los cuerpos.
Aunque se trata de la cuarta, y según dicen última entrega de una saga, como no es obligatorio haber visto las anteriores (lo que es mi caso), conviene saber que todo empezó cuando la reportera estaba haciendo un reportaje en un bloque de viviendas donde había aparecido un virus zombie (¿). Es de suponer que en las entregas 2 y 3 habrán ocurrido otros incidentes; en esta cuarta los infectados se han convertido en poseídos, el virus es ahora esa cosa desagradable que pasa de un cuerpo a otro y, para aumentar la emoción, en las sentinas del barco hay un lugar donde están escondidas unas jaulas que contienen monos rabiosos que muerden, uno de los cuales se escapa y deja los pasillos perdidos de la sangre de cuantos se cruzan en su camino.
Además de toda esta gente tan rara hay un par de tipos simpáticos: el patrón del pesquero y un informático que come chucherías sin parar; y una anciana que no viene a cuento, desorientada por los entresijos del barco.
Lo que digo siempre: estas películas tiene su público, que además es enormemente fiel, y se defienden muy bien en taquilla, por lo que no necesitan espectadores como yo.