Interesante y explícito homenaje de Saura a Luis Buñuel
El próximo mes de febrero Tamasa Distribution reestrena en Francia con copia nueva “Peppermint frappé”, cuarto largometraje del director español Carlos Saura,1967, cuya proyección fue anulada al interrumpirse el festival de Cannes, tras los acontecimientos de mayo del 68. Pero la compensación no tardó en llegar: Dos meses después obtenía el codiciado Oso de Plata en el Festival de Berlín.
He vuelto a ver con placer esta película a menudo menospreciada por cierta crítica, que la considera formalmente fechada en su época, “Peppermint frappé” es a mi juicio una obra muy significativa, de indudable valor e interés en la obra de Carlos Saura, que vale la pena ver para los que no la conocen, y redescubrir para los que ya la tienen un poco olvidada.
Después de “Los golfos”y de “Llanto por un bandido”, el encuentro de Carlos Saura con el productor vasco Elias Querejeta, conduce su cine por senderos mas intimistas. Su colaboración empieza con “La caza” y se prosigue con “Peppermint frappé”, juntos harán un total de trece películas entre 1965 y 1981. Su última colaboración será “Dulces horas” y a partir de 1982, Saura empieza una nueva etapa de su carrera en colaboración esta vez con el productor Emiliano Piedra.
Como en su película anterior, Saura cuenta en “Peppermint frappé” con el madrileño Angelino Fons como coguionista, pero ahí se incopora también por vez primera Rafael Azcona, con su acerado y caústico estilo, que será ulteriormente el guionista de otras de sus películas, como “La madriguera”, “Ana y los lobos”, “El jardín de las delicias”, “La prima Angelica” o “Ay Carmela”. Peppermint marca también el encuentro de Carlos Saura con Geraldine Chaplin, que compartirá su vida sentimental y cinematográfica durante diez largos años.
Enteramente rodada en Cuenca y su provincia, con sus paisajes áridos, sus montañas y sus típicas casas colgadas, “Peppermint frappé” tiene, vista hoy, un perfume documental, que contrasta con sus evocaciones oníricas; como una excelente foto de época, es un reflejo de esa España franquista de los años sesenta y de su burguesía. Un tema que Saura inició ya con “la Caza” y que continuó declinando desde ángulos diversos en “Stress es tres, tres” , en “La madriguera” y en sus obras posteriores.
Formalmente “Peppermint frappé” contiene aspectos que recuerdan a la denominada Escuela de Barcelona, obsesionada entonces por el impacto de la moda y de la publicidad, pero su influencia más evidente es, sobre todo, el surrealismo onírico buñueliano. Saura rinde así un subrayado y explícito homenaje al que considera su maestro: el insuperable Luis Buñuel.
Como ya en “La caza”, prosigue aquí el cine de Saura su camino hacía un simbolismo metafórico –al que le obliga sin duda la censura- para pasar a través de sus redes y poder evocar la realidad de la España de su época. La alusión directa a Antonio Machado, nos habla de esas dos Españas que Saura, hombre de izquierdas, intenta hacer vivir en su trabajo cinamatográfico, esa corriente que será denominada “Nuevo cine español” por oposición al acartonado, mediocre y propagandístico cine franquista.
Pero Saura no olvida el marco social, con pocos y precisos rasgos, como la secuencia con un hombre de aspecto obrero, que no tiene con que pagar la consulta, cuyos pulmones enfermos son observados a través de los rayos x por el médico; o la secuencia de un antiguo balneario totalmente abandonado, pinceladas simbólicas de esa España negra, presa de la especulación inmobiliaria, que recién en los años sesenta empezaba a a salir de la oscuridad gracias al boom turístico.
Si Luis Buñuel era muy aficionado al rito del aperitivo con un Martini servido con hielo y limón, Julian, el personaje que interpreta Jose Luis López Vazquez en esta ficción, es un médico radiólogo solterón, que prefiere el Peppermint frappé, hielo picado con licor de menta, afrancesado aperitivo muy de moda en aquellos años sesenta que sirve de título, de ritual de seducción y de instrumento del crimen en esta intriga con peculiar triángulo amoroso.
Los recuerdos de juventud de Julián nos conducen también a Buñuel, con los misterios de Elche y los tambores de Calanda, evocadores de la Semana Santa, que redoblan al recordar a una joven morena objeto de su reprimido deseo, y que van a cerrar también la última secuencia de la película. Aquellos célebres tambores de su ciudad natal, que utilizó Buñuel en varias de sus películas, pero que los cinéfilos recuerdan sobre todo por la escena final de “Nazarin”, son evocados aquí por Saura como un leitmotiv que nos lleva de las secuencias oníricas a la realidad.
Un personaje ambiguo, solitario, maniático, rodeado de discos y de libros, el que interpreta con brio Jose Luis López Vazquez, que escucha música y lee las poesias completas de Antonio Machado.
Sus pulsiones sexuales y sentimentales le llevan a confudir a su honrada y tímida enfermera Ana, con la extrovertida y muy sexi Elena, joven esposa de Pablo, su mejor amigo de infancia. Una morena y la otra rubia; una española, honesta, apocada y timorata; la otra extranjera, descarada, con pestañas postizas y simbolo mismo de la tentación de la carne en esa España que bosteza. Recordemos que en la España católica, falangista y reprimida, nacida de las cenizas de la guerra civil, todos los males venían necesariamente del extranjero. Un manía que muchos racistas siguen conservando en nuestros días.
El guión de “Peppermint frappé” nos habla de esa imagen de mujer dual, ambivalente. Ambos personajes están interpretados por la misma actriz: la excelente Geraldine Chaplin. Una temática que Saura traslada a la realidad social española., en la que parece evidente también la referencia a Alfred Hitchcock y a la magnífica Kim Novak de “Vertigo” 1958, que en España se titulaba “De entre los muertos”. Dos imágenes de mujer que obsesionan a ese reprimido y solitario médico, que el actor cómico Jose Luis López Vazquez interpreta a contra pelo, en un papel inquietante y dramático, de peligroso y enigmático esquizofrénico.
El hombre de negocios, machista, cazador, buen vividor, y con pocos escrúpulos, aventurero, recién llegado de Africa, está interpretado por Alfredo Mayo, quien tenía ya un papel parecido en “La caza”. Un actor que Saura utiliza, no por casualidad, como símbolo de la España fascista victoriosa de la guerra civil, ya que Alfredo Mayo había sido el intérprete preferido del cine bélico franquista, en títulos como “Harka”, “Raza” o “El santuario no se rinde”, y de los pésimos melodramas de Cifesa en los años cuarenta.
La brillante dirección de fotografía es de Luis Cuadrado, quien fue fiel colaborador del cine de Saura y de Elias Querejeta en numerosas películas. La música adicional es de Luis de Pablo. “Peppermint frappé” 1967, una película de Carlos Saura, un clásico del cine español de los años sesenta a ver y volver a ver, que con el patrocinio de Periodistas-es se estrena en Francia, el próximo 18 de febrero.