Somos enanos subidos a hombros de gigantes, por eso vemos más y más lejos. Así de claro lo vio Bernardo de Chartres en el siglo XIII. Alfonso X el Sabio, Guillermo de Ockham, Tomás de Aquino, Alexander Neckham, Duns Scoto, fueron los tales enanos.
Nosotros, hoy, cuando ya hemos conseguido volar a otros planetas, nos hemos descabalgado de los hombros de aquellos enanos y, despreciándolos, creemos que vemos más y más lejos que ellos y sus gigantes. Inopes y soberbios, los hierbajos son hoy nuestro bosque. Nos parece que el mundo jamás fue mejor que ahora y que la humanidad nunca supo tanto como sabe en la actualidad. A muchos hasta les parece que más allá de algunos pequeños cambios en cuyo camino ya estamos, el futuro no diferirá sustancialmente de lo que somos ahora.
El tópico medieval recogido del Eclesiastés nunca fue tan verdad: vanitas vanitatum [et] omnia vanitas. Y es que la ignorancia es atrevida. Decía Ray Batty, el pellejudo de Blade Runner, que había visto rayos C brillar más allá de Tanhäuser. Qué suerte, la verdad, porque lo suyo aún es creíble. Si allende de estas mis Españas contara yo los fenómenos de que soy espectador, difícilmente se me creería.
Yo he visto a una élite robar a manos llenas y no despeinarse ante la Guardia Civil. Yo he visto a un asesino etarra brindar públicamente celebrando sus 22 crímenes. Yo he visto a un honorable que encarnaba la nación catalana robar junto con su esposa e hijos como si no hubiera leyes ni cárcel para sus fechorías.
Yo he visto a un juez ser juzgado por juntar pruebas contra unos facinerosos de guante blanco, cuello duro y despacho en Génova. Yo he visto a un expresidente de mi país ponernos en solfa en el extranjero como si nunca nos hubiera gobernado. Yo he visto a un candidato a presidente negarse a responder a los periodistas y hacer carantoñas a lo más putrefacto de la prensa rosa y he visto a presidentes negar respuestas a periodistas en otros idiomas por no entenderles.
Yo he visto a un presidente autonómico inaugurar un aeropuerto sin aviones y he visto a sus gobernados aplaudirle como los súbditos al rey desnudo que alardeó de traje nuevo. Yo he visto a un presidente compadrear con delincuentes via sms y he visto al ministro de justicia buscando cómo acomodar a un conmilitón imputado por corrupción.
Yo he visto un vicepresidente robar a manos llenas en España y fuera de ella y no solo por un momento sino por un Rato muy largo. Yo he visto trocear presupuestos para evadir el control democrático y he visto un Tribunal de Cuentas convertido en nido de familiares de corrompidos bien pagados aunque solo supieran leer a duras penas, analfabetos funcionales.
Yo he visto a una muchacha sin oficio, beneficio o arti-ficio llegar a ministra Leire sin que nadie en la nación haya podido explicar aún cuáles fueron sus méritos. Yo he visto a una persona que suspendió por dos veces el examen de admisión a la Escuela Diplomática, Trinidad Jiménez, alcanzar la dignidad de Ministra Cancillera y hasta he visto a un independentista, nazi-onanista y radical con mal nombre de Salvador y apellido Sostres tener plaza fija en ABC y en página impar.
Yo he visto a dos expresidentes de mi país cobrar más de 100 000 euros al año de compañías a las que ayudaron a privatizar y para las que ahora trabajan de lobbistas.
Yo he visto a un exministro de Defensa y portavoz parlamentario de la comisión de Justicia exigir la detención de un ciudadano sin orden judicial y contraviniendo la constitución y he visto nombrar después para el mismo cargo de Ministro de Defensa a un vendedor de misiles en el partido contrario.
Yo he visto las audiencias increíbles de una cadena de televisión donde hasta los anagramas de los baños tienen faltas de ortografía y he visto el escándalo de los hipócritas cuando se exige que los profesores tengan rango de autoridad o cuando se propone que a los mejores se les eduque aparte y según sus aptitudes.
Yo he visto a un país señalar la luna y a mil políticos mirar el dedo. Y luego he visto a los ciudadanos mirar el dedo y olvidar la luna y a los políticos mirarse entre sí y sonreír cómplices mientras seguían robando, robando, robando con tanto descaro que hasta una banda de ladrones llegó al gobierno disfrazada de partido político y se repartió el botín de malvender las empresas públicas.
Ya nadie en este páramo parece recordar la coincidencia de Marx con Jesús: a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus capacidades.
Yo he visto todas estas aberraciones y ya no sé si el mal está fuera o son mis ojos que se volvieron de replicante sin necesidad de superar el test de empatía Voight Kampf con el que Rick Deckard detectaba a los pellejudos.
¿Se desvanecerán también mis visiones como lágrimas en la lluvia?