Por expreso deseo del escritor el revuelo mediático no existió. Las personas grandes se van sin hacer ruido. No existen paseillos y tampoco reconocimientos que tengan que ser portada de diarios. José Luis se marchó sin decir adiós porque deja un legado tan importante que sigue aquí entre nosotros. El escritor catalán que enseñó a pensar a una generación y luego a otra más deja las letras impresas para que sean releídas. Economista comprometido con el sistema, criticaba la situación actual con su acertada forma de pensar analizando el sistema capitalista y nos alentaba a indignarnos aún más porque esta forma de vida es insostenible.
Sampedro fue un referente del movimiento de los indignados y ponía de manifiesto que el dinero, como bien supremo nos conduciría a la catástrofe. Desencantado a sus 96 años procuraba manifestar su rebeldía desde el sillón F de la RAE dedicándole una charla al pasado y al presente para siempre terminar con su discurso del terrible futuro que le esperaba a esta España nuestra.
Para el economista la forma de trabajar de los que nos gobiernan sería hacer más ricos a los ricos o menos pobres a los pobres, sin términos medios. Boyer, Solchaga o Solbes fueron alumnos suyos. Poco aprendieron quizá o al menos, nada de lo que él enseñaba en la cátedra de Estructura Económica. Y así se escribe la historia; así es de contradictoria.
Se tomó un Campari, dio las gracias y se durmió para siempre. Quizá no hay mejor muerte que la de apagarse porque llega el día y ese día era domingo. Y murió sin molestar. Murió, pero toquemos un requiem por él. Por su sonrisa, y leamos la que nos dejó, la etrusca.