Somos una humana especie que no se basta por sí sola y necesita el encuentro.
Somos un archipiélago surrealista en permanente movimiento cuyas islas y promontorios se topan y se abandonan para luego reencontrarse. Somos constelación en el que cada persona, como hermosa luminaria, es imprescindible para completar la figura.
Resistir: tener el alma pronta a sobrevivir ante cualquier adversidad. Confiarse a la oración de caligrafía inexacta, afrontar el tentador desafío de hacer con pancarta y río el mismo trazo hacia la esperanza.
Existir: apuntar los sitios por donde se pasa por si se anda en círculos poder regresar y, aunque haya fango y lágrimas bajo las palabras, no tener jamás deudas vitales pendientes.
Silencio: no como ausencia (que es insostenible) sino como olvido de la indolencia y a todo esfuerzo compaginar las obras como hojas de un libro que cierre la brecha hacia el entendimiento.
Identidad: sustituir por nombres propios los recuerdos, corregir las erratas que se van encontrando, jamás soslayar la verdad de la entrega ni trasmutar en calma el compromiso.
Lamento: lanzar el lápiz con todas las sílabas posibles como dardos, no importa si en el papel el verso no está completo.
Indignación: tener el valor de afrontar el riesgo del eterno comienzo, postergar el luto, dejar que clave de arena surja la denuncia.
Exigir: aprender poemas nuevos para un recorrido inverso y con la historia de cada día argumentar las luchas, abrazar las causas, hacernos posibles.
Nostalgia: más nunca tristeza. Tener siempre la conciencia en reverbero. No permitir que los sueños perezcan en el blanco limbo del insomnio.
Comienzo: iniciar un ciclo en las proximidades de un abismo, ocupar los espacios abandonados en la tarde.
Instante: revolucionarnos hacia el respeto, admitir la urgencia de lo amado, tender la mano al pie de la noche, no hipotecar el futuro ni gestar la rabia.
Amor: creer en el beso de los pasos, en la grandeza de la humanidad porque tiene entre el alma y el cuerpo una rosa abrazando un puñal.
La condición básica del ser humano es social y gregaria;imposible vivir plenamente una vida fuera del grupo.Existen ermitaños sí, pero en realidad son casi siempre personas con alguna complicación en su psiquis, o, según el momento o circunstancia, seres abandonados o enfermos.
Porque además, el hacer colectivo hace surgir una realidad mucho más potente, compleja y exitosa que la mera individualidad.
Lo gregario, abarca todas las dimensiones humanas. Estamos hechos así, pero la sociedad de hoy predominante en la cultura occidental, nos exacerba el individualismo de consumo y otros individualismos pero en contra «natura».
La resieliencia, hoy en boga es un proceso individual y colectivo a la vez. Una mayor comprensión del entorno de esta fuerza y conciencia, haría posible que lo social (grupo, familia, etc.) ante sucesos devastadores al individuo se le pudiera inyectar desde fuera una mayor energía extra de aquello, tal como una batería impulsa el motor de partida y pone en acción a un motor de explosión en «un dos por tres».