“Todo el mundo debería tener un amor verdadero que debería durar como mínimo toda la vida”
“Amor a medianoche”, un drama romántico cursi e insufrible, dirigido por Scott Speer (Step Up Revolution), realizador especializado en vídeos musicales para televisión que está convencido de haber hecho una versión moderna de Cenicienta, está protagonizado por Bella Thorne (Scream, Shake it Up) y Patrick Schawarzenegger (Sceam Queens, Un invierno en la playa), dos actores procedentes también de la pequeña pantalla. La chica, además, es música y ha compuesto las canciones que interpreta en la película.
Katie es una adolescente de 17 años que vive, desde la infancia, en el interior de su casa ya que tiene una rara enfermedad que le impide que le dé el sol. Cuando conoce a Charlie, un chico al que ha visto cientos de veces pasar frente a su casa y que tiene una sonrisa como de anuncio de dentífrico, inician un pegajoso romance a base de excursiones nocturnas y puestas de sol de tarjeta postal.
Lo que la chica padece es un mal que se llama xeroderma pigmentosum y que, en el mundo real donde no hay Barbie’s y las princesas son maleducadas y consentidas, es una enfermedad que desfigura y que, en muchos casos, termina con la vida del paciente. Pero aquí, y gracias a todas las licencias imaginables, la piel de la adolescente es perfecta y no presenta los habituales tumores cuando se sienta en su habitación a rasguear la guitarra y entonar las letras que ha escrito en su diario.
Película modesta, sencilla y con un argumento trillado, es un melodrama inverosímil y absurdo, que pretende ponernos en situación de apreciar valores como el amor y la amistad entre adolescentes pero que, en realidad, nos hace bostezar empachados de tanto almíbar y tanta cursilería, nada convincente y muy poco natural. Como he leído en algún sitio “un toque de realismo se hubiera agradecido”.