Este 9 de agosto de 2019 se cumplen cincuenta años del asesinato de la actriz Sharon Tate, esposa del realizador francés Roman Polanski. Su muerte la convirtió en una leyenda cuando apenas había comenzado una carrera cinematográfica que se adivinaba prometedora.
(Un año antes asistí, en calidad de periodista, a su boda en el juzgado londinense de Kensington. La pareja era el emblema de la época: ella, bellísima, con minifalda, flores en el pelo e interminables piernas enfundadas en medias blancas; él, con camisa de chorreras y levita).
En una villa cerca de Hollywood, Cielo Drive, habitada por los miembros de una secta satánica dirigida por el gurú Charles Manson, cinco personas fueron asesinadas en la madrugada del 9 de agosto con una crueldad terrible; entre ellas, Sharon Tate, de veintiséis años y embarazada de ocho meses, quien recibió hasta dieciséis puñaladas. Las otras víctimas fueron Voytek Frykowski, de 32 años ; su novia Abigail Folger de 25; Jay Sebring, 35 años y Steven Parent de 18. El encargado de la seguridad, William Garretson, fue considerado el sospechoso número uno hasta que quedó exonerado tras pasar la prueba del detector de mentiras.
Nacida el 24 de enero de 1943 en Dallas (Texas), Sharon Tate ganó su primer concurso de belleza siendo un bebé ( «Miss Tiny Tot of Dallas Pageant»). La leyenda dice que a los dieciséis años abandonó la casa de sus padres y llegó a Los Ángeles en autostop. A los veintiún años consiguió su primer papel en la película «Barabbas». En 1967 conoció en Londres a Polanski, realizador de «El baile de los vampiros», donde Sharon interpretó a la hija del posadero. Al año siguiente, la pareja se reunió de nuevo en «El valle de las muñecas». Después de la boda trasladaron su residencia a Hollywood.
«Tras el asesinato se habló de brujería, de sadomasoquismo, de pornografía… Parecía que las víctimas eran los verdugos» (Muriel Lefevre, Levif.be). Polanski llegó a ofrecer 25 000 dólares por alguna pista de los asesinos, y llevó al lugar del crimen a un célebre médium, Peter Hurkos, quien aseguró que había sido obra de tres personas que llevaron a cabo un rito satánico tras consumir LSD. Días más tarde, el escritor Truman Capote avanzó la teoría de que el asesino era «un joven paranoico y rabioso». Tres meses después, y gracias a una serie de casualidades que llevaron a la policía a relacionar las muertes de Cielo Drive con otros asesinatos crueles y relacionados con el mundo de los estupefacientes, fueron detenidos Susan Atkins –quien confesó que Sharon Tate era solo la primera de una lista negra–, Patricia Krenwinkel, Leslie Van Houten, Linda Kasabian y Charles «Tex» Watson, todos miembros de la «familia Manson», que habían irrumpido en una reunión de la actriz con sus amigos, exterminándolos. El patriarca, Charles, no estuvo presente, se limitó a «encargar» la masacre.
El 24 de julio de 1970 comenzó el juicio del «crimen del siglo». Un enloquecido Manson exhibía una X tallada con cuchillo en la frente. Las chicas del clan no dejaron de sonreír durante todo el proceso. El fiscal, que recibió amenazas de muerte, describió al gurú como «un megalómano, vagabundo, músico frustrado, filósofo de supermercado y asesino disfrazado de hippie», que había pasado varias veces por la cárcel donde aprendió «técnicas de manipulación mental».
Pregonando «los principios del flower power, amor libre, droga y rocanrol», en San Francisco reclutó a los miembros de su «familia» en 1967, y se convirtió «gracias a su carisma y al LSD» en el profeta de una secta que iba a reinar sobre una «nueva sociedad». El 15 de enero de 1971 el jurado les declaró culpables y fueron condenados morir en la cámara de gas. Un año después, en febrero de 1972, el estado de California declaró abolida la pena de muerte, y la «Familia Manson» fue condenada a cadena perpetua.
Charles Manson murió en noviembre de 2017, a los 83 años, en un hospital de California al que llegó procedente de la cárcel de Bakersfield con una hemorragia intestinal.