Al Teatro Maravillas ha llegado Si la cosa funciona, la obra teatral escrita por Woody Allen quien, antes de triunfar en las tablas, hizo con ella una película del mismo título.
Ahora, en Teatro, esperan el mismo éxito y, a juzgar por las reacciones del público, es seguro que lo conseguirán. Ninguno de los ingredientes básicos se echa a faltar y, si bien es cierto que estamos ante situaciones bastante trilladas y no lo es menos que algunos chistes (clichés o «chicles» de Woody) han envejecido, es evidente que la cosa sigue funcionando.
El protagonista, alter ego de Woody Allen, es una personalidad atormentada, torpe hasta para matarse, un hipocondríaco con causa y misógino con conocimiento que, sin embargo, despierta una indudable simpatía entre los hombres y mujeres del público. Tal es el personaje principal, agónico y protagónico a la vez, como su modelo neoyorquino, que lo tiene todo muy claro desde el principio, es decir, no cree que nada pueda servir para nada, no cree en la vida, tampoco en la muerte (en el sentido de que ésta pueda abrirnos puertas), y tampoco cree en Dios, por lo que recomienda apasionadamente lo que es su enseña y da título a la obra: Si la cosa funciona.
¿Y qué es la cosa? Pues la cosa es, al fin y al cabo, la vida, lo cotidiano, eso que nos olvidamos mientras vivimos, el estar a gusto con alguien sin grandes pretensiones de felicidad, el poder mantener una charla informal, el acostumbrarte a una voz y a unos conflictos (aunque éstos puedan convertirse siempre en un cabreante diálogo de sordos) y sobre todo, proporcionar momentos de felicidad a los que te rodean, esa es la cosa. y «si la cosa funciona», pues adelante, no se puede pedir más porque cualquier día se desvanece.
Para colmo, y ya que estamos en año cervantino, hay un contagio entre Boris, el atormentado, hacia su despreocupada y juvenil pareja, de manera que ésta acaba saliendo a él más de lo esperado, como en cualquiera de aquellos viejos matrimonios de antaño, nuestros padres sin ir más lejos, de los que siempre decían los otros que acababan pareciéndose entre sí por extravagante y cruda que fuera su unión en un principio.
Así que no hay duda de que la cosa funciona, al menos cada vez que en escena aparece José Luis Gil, en competencia nada menos que con Larry David en el papel de Boris, el alter ego de Woody Allen. José Luis Gil es un actor consagrado por las series que hace que el tendido se encienda con las risas más espontáneas. No hay duda de que la televisión tiene mucha culpa en este éxito, al consagrar para el gran público la vis cómica de este actor. Antes, en enero de 2011, ya protagonizó con éxito ‘Fuga’, de Jordi Galcerán, en el Teatro Cofidis Alcazar, y también le hemos visto triunfar en la obra ‘El gran favor‘.
Los cuatro compañeros que lo secundan sobre las tablas (Ana Ruiz, Rocío Calvo, Ricardo Joven y Beatriz Santana) lo hacen admirablemente y con gran vitalidad, pero el que se tiene al público metido en un puño es él. Para colmo, sale cojo y contrahecho y no se apaña, tiene todas las papeletas del fracaso y con ello, la rápida empatía con un público que se vuelca.
Hay que reconocer que, como alter ego de Woody Allen, se las pinta solito. Y ya para más colmo, está dirigido por otro experto en perdedores, Alberto Castrillo-Ferrer, quien se consagró dando voz al último apuntador de Cyrano de Bergerac, Ildebrando Biribó.
El resto del equipo técnico es responsable de los éxitos ‘Tócala otra vez, Sam‘ (2010), con Luis Merlo y María Barranco, y de ‘Misterioso asesinato en Manhattan‘ (2006) con Enrique San Francisco
He aquí la sinopsis de la obra:
Boris, un misántropo malhumorado que se considera un genio, conoce por casualidad a una mujer treinta años menor que él. Comienza entonces un romance de lo más particular, actuando además como Pigmalión de la joven. Pronto aparece la madre de ella, una mujer de provincias que quiere triunfar en la gran ciudad. Después el padre, que necesita reconocer sus verdaderas pasiones amorosas. Boris tiene que intentar adaptarse a su nueva vida, teniendo en cuenta el alto concepto que tiene de sí mismo y su opinión más bien negativa sobre el resto de la humanidad. La cosa no va a ser fácil.
- Autor: Woody Allen
Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer
Reparto: José Luis Gil, Ana Ruiz, Rocío Calvo, Ricardo Joven y Beatriz Santana
Producción de Pedro Larrañaga y Nicolás Belmonte
Escenografía: Anna Tussell
Espacio Sonoro: David Angulo
Vestuario: Arancha Ezquerro
Iluminación: Alejandro Gallo
Distribución: Alicia Álvarez
Fecha de la función reseñada: 25 de mayo de 2016.
Espacio: Teatro Maravillas (Malasaña, Madrid)