Estoy en mi camarote intentando descansar después de unas jornadas de trabajo difíciles, sigo las noticias que nos van llegando desde la Tierra. La fiscalía de Palermo pide seis años de cárcel para Mateo Salvini, líder de la ultraderecha italiana y actual vicepresidente del gobierno italiano, por impedir en 2019 el desembarco del Open Arms (barco de salvamento de la ONG catalana) con casi 150 migrantes rescatados en el Mediterráneo.
Intervino el fiscal de Agrigento, que permitió el desembarco después de diecinueve días de secuestro por ese personaje, que era ministro del Interior entonces, creo. Esperemos que la justicia le ponga en su sitio y aprenda un poco de humanidad.
Inevitablemente al leer Palermo y Agrigento me acuerdo del viaje que hicimos a Sicilia en octubre de 2017, llegamos el 1 de octubre, día bastante triste en la historia reciente de nuestro país, ya saben, el del referéndum ilegal de los independentistas catalanes y el intento de evitarlo por la fuerza por parte de las fuerzas policiales para imponer la legalidad. Fue un espectáculo triste y lamentable, ver esas imágenes que dieron la vuelta al mundo de agentes del orden entrando en los colegios a patadas para impedir las votaciones, que no nos dejaron en buen lugar como país, ni a los independentistas ni al gobierno central. En fin, lo cierto es que ese día llegamos al aeropuerto Falcone-Borsellino cerca de Palermo.
El aeropuerto se llama así en honor de los jueces Giovani Falcone y Paolo Borsellino, asesinados por la mafia en 1992. Cuando sales del aeropuerto y tomas la autovía que va hasta Palermo pasas necesariamente por el lugar donde sufrió el atentado el juez Falcone, quien murió junto a su mujer y tres escoltas, pero pasas por allí como el agua fluye por un río, nada detiene la corriente, quiero decir que la vida sigue, que a pesar de hechos tan dramáticos casi no los recuerda ya.
Por Sicilia han pasado todas las civilizaciones que han existido en el Mediterráneo desde la Prehistoria hasta nuestros días. Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, pueblos germánicos, bizantinos, árabes, normandos, sacro imperio romano, aragoneses.
Y españoles, hasta 1860 en que Giussepe Garibaldi derrotó a los borbones y Sicilia pasó a formar parte de Italia desde 1861. Todos y cada uno de los pueblos que han pasado han dejado su impronta y les visible en cada rincón de la isla.
El primer Lugar que visitamos fue Cefalú, es un pueblo que conserva muy bien su aspecto medieval: Sus calles sinuosas, laberínticas, su imponente catedral normanda con las dos impresionantes torres que la flanquean y sus magníficos mosaicos bizantinos hacen de ella uno de los tesoros de esta isla.
En Palermo, cuando llegamos había comenzado a llover, callejeamos un poco hasta llegar a la Vía Roma, una de las principales avenidas del centro, junto a Maqueda, Dante Alighieri, Abraham Lincoln y por supuesto Vittorio Emanuele, que enmarcan los barrios de la Kalsa, Vuccieria y Capo, que fue por donde nos movimos.
La primera impresión de Palermo fue decepcionante. Un caos de tráfico, mucha basura por todas partes, casas viejas, desconchadas, deterioradas, las fachadas llenas de cables. No encontraba la ciudad de la que me habían hablado.
Sin embargo, a medida que callejeábamos, que contemplábamos más y más esos edificios, veíamos el orden en el caos, descubrimos otra ciudad, la milenaria, la que resiste el paso de las civilizaciones, el paso de los años, el paso de los terremotos, el paso de la mafia; vimos a su gente amable y digna que resiste y que llena la ciudad de una vida vigorosa. La Catedral, la Torre, la Capilla Palatina, San Giovani degli Eremiti son visitas obligadas.
Los días siguientes visitamos Monreale, el yacimiento arqueológico de Segesta, Erice, Trapani, los pueblos que se encuentran en el Parque Natural de Monti Madoni, Isnello, Castelbuono, Gerasi Sículo, Petrolia Soprana, con una pinta fantástica y donde sólo nos tomamos un café y nos fuimos ya que había anochecido y no llovía, diluviaba, y el camino de vuelta por esas carreteras no iba a ser agradable precisamente.
Atravesamos la isla de norte a sur para conocer esta zona. Visitamos Agrigento y el Valle de los Templos. Éstos están situados al sur de la ciudad y a lo largo de dos kilómetros se suceden maravillosas ruinas de templos griegos, declarados Patrimonio de la Humanidad: son Templo de Juno, Templo de la Concordia, Templo de Hércules, Templo de Júpiter Olímpico que posee 38 estatuas de Atlantes o Telamones de casi ocho metros de altura, gigantes diseñados para sujetar la cornisa; Templo de Cástor y Pólux, los Jardines Kolymbethra de los más antiguos de la humanidad, y todavía habrá alguna ruina más.
Pasamos por Porto Empedocle, para rendir tributo a Andrea Camilleri, fuimos a cenar al puerto de Sciacca, a un restaurante que parecía cualquiera en los que hubiese comido el comisario Montalbano.
Descubrimos Mazara del Vallo y su Sátiro Danzante, una escultura en bronce de tamaño natural que representa a un bailarín en pleno éxtasis. Su exclusividad, perfección, elegancia y movimiento hacen de ella una obra excepcional. Visitamos Selinunte que es un centro arqueológico de ruinas griegas extraordinario.
Fuimos a Castelvetrano, con la intención de visitar el pequeño museo donde está el Efebo de Bronce, otra obra extraordinaria. Fue en el único lugar de Sicilia donde nos sentimos un poco incómodos, en la plaza dónde dejamos el coche había grupos de hombres que no nos quitaban el ojo de encima, seguro que fueron imaginaciones mías, pero unos años después en ese pueblo, en 2023, detuvieron al gran capo de la Cosa Nostra Matteo Messina de Denaro, quien estuvo escondido por la zona durante treinta años.
Sin duda Sicilia merece la pena, a pesar de la primera impresión, a pesar de que para ellos las señales de tráfico son sugerencias de circulación, nunca obligación, a pesar de la basura que tarda tanto en recogerse, a pesar de que tienen tanto que hablar por el teléfono móvil, sobre todo conduciendo, que no se sabe muy bien que hacen cuando no lo tienen pegado al oído, a pesar de que casi todos los edificios necesitan o un enfoscado o una mano de pintura, a pesar de que las carreteras siguen los movimientos de la tierra y no lo ocultan.
Pero todo esto no tiene ninguna importancia ya que es un lugar extraordinario, con una belleza tanto natural como artística que te deja sin palabras, es un lugar donde te sientes acogido si ningún aspaviento, has decidido visitarles y para ellos es estupendo, pero no esperes florituras, aunque sí mucha amabilidad. Lo mejor de todo es que tendremos que volver, nos queda la parte este de la isla por conocer.