En la Cadena Ser, su emisora de radio y la mía, han despedido como del rayo a otros siete redactores, con quienes tanto compartía (Con permiso de Miguel Hernández)
Manuel María Meseguer
Silencio, ni una palabra, no vaya a ser que se fijen en nosotros y hurguen en nuestra fecha de nacimiento o en el sueldo y adviertan que ya somos material de derribo.
El lunes les anunciaron el finiquito en la macroempresa intercontinental que configura Prisa Radio a otras seis redactoras y a un redactor con la excusa de un expediente disciplinario, presuntamente por haber criticado a la dirección de la Cadena, aunque sus veinte años de permanencia en la empresa en muchos casos no deja lugar a dudas del intento de depreciar salarios con el anuncio de nuevas incorporaciones más jóvenes y baratas.
Sus nombres nos han acompañado a los oyentes de la SER durante años: Ana Guantes, María José Ajejas, Paloma Delgado, Ana Borderas (directora, Hola, de la Hora Crítica), Pilar Vicente, Eduardo Martín y ya al final de la tarde de la escabechina, Esther Redondo, con quien compartí en los tiempos de libertad de Telemadrid, con Francisco Giménez Alemán al mando, algún desayuno que otro en El Círculo a primera hora. Siete despidos que se unen a los de Cristina López Benedicto y Ernesto Estévez y a los 75 trabajadores finiquitados en 2014 según informa la Federación de Sindicatos de Periodistas (FESP)
Es evidente que el dicho periodístico Perro no come perro no va con los jefes responsables de los despidos, también periodistas en su mayoría (allá arriba -¡ay!- Juan Luis Cebrián). Como tampoco fue con el primer ERE obligatorio y barato (ya entonces 20 días por año trabajado) perpetrado en 1999 hasta 2002 (conforme se cumplían 57 años) y trabajosamente elaborado por la entonces Gerencia de la Agencia EFE en el restaurante de una calle adyacente entre listas de prejubilables y un Villagodio marca de la casa. Fuimos 146 los prejubilados obligatoriamente ante el silencio culpable de un sector predominante de los sindicatos contra el parecer de UGT. El primer ERE de los muchos que asolarían después al Periodismo nacional. Uno de los prejubilados, Fernando Castelló, a la sazón presidente de la organización internacional Reporteros sin Fronteras y ya fallecido, escribió un memorable artículo en El País bajo el título Jubilados al amanecer que concluía así:
“No obstante, últimos de Filipinas de una moda que pasa, los 146 mayores de 54 años de Efe hemos sido condenados a muerte generacional por la actual dirección, que nos paga los servicios prestados a la empresa desde puestos a menudo directivos y el formar parte de su memoria histórica con un ultimátum de jubilación anticipada forzosa y mezquina. Si, en la línea trazada por el hoy secretario general del PP, el nuevo ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, no nos indulta (…), compareceremos al amanecer de cualquier día de este gélido febrero ante un pelotón de jubilamiento formado por la actual Dirección de la agencia.” No hubo indulto alguno. Miguel Ángel Gozalo era a la sazón el presidente-director general, aunque después llegaron nuevos ERE y otros presidentes y prosiguió la sangría incesante, aunque eso sí, “voluntaria”. Una moda que se extendió después con la crisis a todos los medios de comunicación, grandes y pequeños, incluso muy grandes, como el Grupo Prisa, del que nunca se hubiera esperado. Más de 11 000 periodistas despedidos en toda España desde 2008, de los que 5500 lo fueron solamente en Madrid, son datos que demuestran que el periodismo es una profesión de alto riesgo.
Así que en este gélido mes de febrero de 2015 han sido periodísticamente ajusticiados siete excelentes profesionales en medio del silencio culpable y acollonado de una profesión (y una Asociación y una Federación) que se sabe carne de paredón y jubilable o desechable a cualquier hora del día, pero especialmente, al amanecer.
Y mientras tanto, las más de 50 facultades (privadas y públicas) de Periodismo lanzando cada año oledas de periodistas al paro. Es un jodido negocio más, ¿pero qué importan los pardillos víctimas de él? Deberían cerrar estas auténticas fábricas del timo y el desempleo. Si durante cinco años, al menos, no saliera de esos negocietes ni un solo licenciado más, a lo mejor comenzaba a paliarse esta sangría de «jubilamientos al amanecer». ¡Qué desvergüenza!