Sorpresas animales

Teresa Gurza¹

En el mundo confinado por el coronavirus, los animales no dejan de sorprendernos.

Sabíamos que en el aeropuerto de Finlandia perros detectaban el Covid-19 en diez o quince minutos, oliendo toallitas que los pasajeros depositaban tras pasárselas por cara y cuello.

Pues ahora, investigadores de la Universidad de Wageningen en Holanda, han entrenado abejas logrando respuestas inmediatas, según un cable de Reuters que reproduce el periódico Milenio; añade que los científicos colocaron cerca de ellas, algunas muestras infectadas y cuando llegaban a olerlas, les daban agua azucarada.

Las abejas aprendieron rápido y en cuanto detectan el coronavirus sacan la lengua para recibir su miel; lo que abarata y simplifica el procedimiento.

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Vacas de Mogens y Louise Haugaard en Lund

The New York Times informó en nota de Luisa Aben, que los conciertos de estudiantes de la Escuela Escandinava de Violonchelo fascinan a las vacas de Mogens y Louise Haugaard, granjeros del pueblo Lund, ubicado ochenta kilómetros al sur de Copenhague.

Los animales muestran interés en los recitales con ojos atentos y fuertes resoplidos; y levantan bruscamente la cabeza, cuando los lánguidos acordes dan paso a los rápidos.

Hay conciertos diarios con estéreos portátiles y una vez a la semana en vivo; y las vacas llegan corriendo en cuanto los músicos aparecen, se acercan mientras tocan, tienen preferencias por ciertas piezas como los tangos y si no les gusta algo, se van.

Por restricciones de la pandemia, la asistencia está limitada a 35 personas; y en uno estuvo la ministra de Cultura de Dinamarca, Joy Mogensen, quien declaró que espera que una de las lecciones que deje el virus «sea recordar cuánto extrañamos todos, incluso las vacas, estar juntos».

En Alemania un cisne se negó a abandonar a su compañero que murió electrocutado, al intentar cruzar la vía de trenes que une los municipios de Gotinga y Kassel.

Fue imposible moverlo y se tuvo que cerrar el tráfico 53 minutos provocando retrasos a veintitrés trenes, hasta que un equipo de bomberos lo logró.

El zoólogo Andrew Whiten, de la Universidad de St Andrews, en Escocia, asegura en su investigación «El creciente alcance de la cultura animal», que los animales crean tradiciones culturales similares a las nuestras.

Y entrevistado por la BBC, señaló que comparten sus conocimientos con grupos de una misma especie y tienen patrones de comportamiento que se transmiten de un individuo a otro y de generación en generación.

El escritor Jorge Carrión asegura en un artículo para The Times, que la humanidad está aprendiendo a comunicarse con pulpos, perros o ballenas; lo que puede ayudarnos a salvar el planeta y a entender el origen de nuestro lenguaje.

Dice que los perros de las praderas tienen una de las formas de comunicación no humanas más complejas, los cantos de las ballenas poseen sintaxis y los delfines se llaman con sonidos que equivalen a sus nombres.

En la misma publicación los investigadores Rob DeSalle e Ian Tattersall, precisan que la dimensión melódica de nuestro lenguaje la heredamos de las aves y el contenido del discurso, de los primates.

Y recuerdan que existen formas «avanzadas de comunicación entre animales no humanos que bordean el lenguaje»; algo observado ya por Charles Darwin y que actualmente la inteligencia artificial está ayudando a decodificar.

Pensé que era solo idea mía y que desde que empezó el «quédate en casa», los pájaros que llegan a mi jardín se habían multiplicado y cantaban más; pero leo, en el diario chileno El Mercurio, un artículo tomado de la revista Science que afirma que la contaminación acústica influye en la cantidad y calidad del canto de las aves, que por cierto son seis veces más numerosas que los humanos, y por tanto en su posibilidad de encontrar pareja; y como ha disminuido, ha favorecido su reproducción.

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Rata Magawa, entrenada por Apopo

Jamás me imaginé, hablando bien de las ratas; pero en el mismo diario leí que Magawa, una que detecta minas antipersonales en Camboya, fue galardonada con una medalla de oro por la asociación veterinaria británica PDSA, que cada año recompensa a un animal por su valor; aunque suelen ser perros y gatos.

Entrenada por la ONG belga Apopo, Magawa descubrió 39 minas y 28 restos explosivos; y su trabajo permitió limpiar de minas, casi 141.000 metros cuadrados de tierra que son más o menos, veinte campos de fútbol.

La agencia Reuters asegura que las ratas son animales inteligentes con talento especial para tareas repetitivas, cuando se las recompensa con cacahuetes y plátanos; y por su rapidez y ligereza, Magawa puede peinar una cancha de tenis en treinta minutos, tarea que a un humano equipado con detector de metales le llevaría cuatro días.

  1. Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente
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