Stephen Hawking el astrofísico británico, ha muerto a los 76 años de edad en su casa de Cambridge. Uno de los mayores legados que deja a la humanidad, aparte de su conocimiento, fue su sentido del humor y su grandeza de alma. Ese que con brillantez absoluta sabía transmitir en todas las ocasiones; ese que mostraba la sencillez de su inteligencia como máximo exponente de todo cuanto estudiaba. Para él, en su lección vital, manifiestó que no solo la discapacidad es una forma de vida, sino que a pesar de la vida, con esfuerzo, mucho; tesón, más aún y mucho humor puedes hacer incluso algo más que los que dicen no tener ninguna.
Fue en su juventud cuando a los 22 años le fuera diagnosticada la esclerosis lateral amiotrófica, ELA, y le fue concedido solo dos años de vida. Afortunadamente la medicina también se equivoca y en los 54 años restantes fue capaz con fuerza, intelecto e intuición, de adaptarse a lo que tenía que ver con la capacidad. No solo no fue una discapacidad para él sino que aprendió a disfrutar de la vida enormemente. La nube negra, como él refería, se convirtió en una ocasión para brindarle al mundo su conocimiento.
La discapacidad nunca se instaló en su brillante mente. La ELA iba apoderándose de él hasta dejarle postrado en una silla de ruedas sin más voz que la que emitía un aparato con el que se conectaba al mundo. Su conocimiento hizo que entendiéramos qué significaba el universo y con él, su trabajo sobre los agujeros negros y las dos grandes teorías de la física del siglo XX; la relatividad y la mecánica cuántica.
El profesor Hawking brindó al mundo el significado de la ciencia y contribuyó con sus aportaciones a la popularización de la ciencia y de las matemáticas. Estudiante mediocre conocido por el Einstein de la clase, era un simpático muchacho de vida bohemia curioso cuanto menos. Su verdadero interés era la ciencia; el cosmos; los porqués que todos nos hemos preguntado alguna vez. No poder hablar o ni siquiera atarse los zapatos no le impidió ser padre y esposo de dos mujeres.
La llamada radiación Hawking le catalpultó a la fama y comenzó a popularizar la ciencia en su teoría del todo; datos que luego explicaría en su Breve historia del tiempo entre otras obras. No poder hablar siquiera no le impedía decir algún chiste o burlarse del silencio con su sintetizador de voz que hoy es parte de su recuerdo.
Una vida llena de experiencias, de desafíos constantes, de humor y dolor conjugados con la curiosidad por seguir estudiando. Siempre convirtío la discapacidad en un reto y no fueron pocas las experiencias que mantuvo a bordo de un Boeing 727 o subido a un globo aerostático. Todo era posible porque él era posible. Quería por encima de todo, demostrarle al mundo que la discapacidad física no le impedía seguir; si el espíritu está discapacitado, pararás, si no, hay que ir a por el mundo.
Hoy es el día de Pi, 3,1416; no sé si podremos seguir contando ya porque el destino nos juega malas pasadas y hoy se ha llevado a un genio de la ciencia. Personas así no mueren nunca; quizá porque nacer fue un hecho extraordinario que hoy valoramos. Su legado indeleble, su forma de entender la discapacidad y su forma de vida hizo algo más, mucho más de lo que jamás pensó; se sobrepuso al ELA y dejó descrito que la única discapacidad es la que uno se ponga delante. Ante las adversidades las personas con discapacidad emergen a la vida desde donde están. Stephen lo hizo siendo un joven adolescente; un ejemplo de vida y de superación que siempre permanecerá cuando caigamos. Y como no, para todos los jóvenes que por alguna razón conviven con la discapacidad cada día; con la enorme capacidad de salir adelante; digámoslo mejor.
Quizá la inteligencia no sea otra cosa que adaptarse a los cambios, decía.
Descanse en paz.