Nos encontramos en la nave muy lejos de la Tierra. Estudiamos una zona cercana a un agujero negro en los límites de su horizonte de sucesos, queremos explorar no ser abducidos por ese pozo sin fondo del que ni siquiera la luz escapa.
Da la sensación de que en nuestro planeta estamos no cerca sino ya en dicho horizonte de sucesos, de que en cualquier momento caeremos por él y será irreversible la situación.
No es sólo el desastre ecológico en el que ya estamos por causa del calentamiento global y cambio climático, es también la escalada en los conflictos bélicos a la que estamos asistiendo impasibles, las guerras de Ucrania y en Oriente Próximo.
De las guerras y conflictos de África y Asia apenas se habla, parece que ya no existen de tanto ignorarlas, de tanto silencio en tantos medios.
La invasión del país europeo por Rusia, más allá de las justificaciones y provocaciones utilizadas, con razón o sin ella, puede convertirse en una guerra global europea si la OTAN da el paso definitivo de involucrarse a cara descubierta, podemos tener el conflicto en toda Europa y no habrá refugios que nos protejan.
Pero lo que Israel, en su genocida respuesta e invasión de Gaza y ahora con los bombardeos contra Hezbolá, contra el Líbano, de nuevo quien más sufre es la población civil, estando a las puertas de otra invasión, desoyendo cualquier petición de alto el fuego, ignorando las resoluciones de las Naciones Unidas, de la comunidad internacional, es, posiblemente, la provocación más grande que está sufriendo la humanidad desde hace mucho tiempo porque lo que se pretende es anular, acabar con dos pueblos, ocupar por la fuerza sus territorios tensando la situación hasta internacionalizar el conflicto.
El discurso del primer ministro israelí en las Naciones Unidas de esta semana ha sido amenazante, desafiante, rechazando cualquier posibilidad de un alto el fuego, culpando exclusivamente al otro, «si Hezbolá opta por la guerra, Israel no se detendrá» proclama, pero hay que preguntarse si Israel está optando por la paz, porque parece más bien todo lo contrario según sus hechos y manifestaciones.
No se está sabiendo o queriendo parar esta guerra desigual. Los Estados Unidos, más allá de pequeños tirones de orejas, apoya incondicionalmente al estado de Israel y su deriva belicista, convirtiéndose en cómplices. Europa no tiene fuerza ni cohesión para dar una respuesta contundente a este brutal desafío.
Este conflicto viene de largo, no empezó con los terribles y brutales ataques de Hamás sobre la población civil del siete de octubre de 2024 sobre territorio israelí y lo saben.
Pero la respuesta de un estado a esa agresión no puede ser la venganza sobre toda la población también civil de Gaza, y ahora el Líbano. Israel tiene que encontrar la fórmula de convivir con sus vecinos, y éstos con Israel, y la respuesta, creo, está en las resoluciones de las Naciones Unidas que deben ser respetadas y cumplidas por todos los implicados en este drama.
Es desolador el panorama al que se enfrenta la humanidad pero o lo hacemos o no habrá más horizonte que el de los agujeros negros.