Tecnologías, escritura y cocina antropofágica

Oleiros de Velasco

Se le dijo de varias maneras que en ese plan no íbamos a ninguna parte. Preguntamos a una amiga de confianza que si había esperanza de que entrase en razón y, por lealtad antigua, estuvimos de acuerdo en que había algunas posibilidades. También merodeamos por el cubil de la bestia y obtuvimos alguna información indispensable. Y se nos dijo que no sé yo si está el horno para bollos. Ante este panorama, la rendición o el salto al vacío.

  • ¿Qué tal, fulano?

Nos decidimos por una llamada telefónica, que es lo más raro que pueda darse y lo más valiente. Después de algunos circunloquios que se improvisaron, porque con éste no cabe la pamplina, pasamos al asunto de mi interés. El tema. Desde el primer momento del partido el candidato jugó a hacerse el tonto, después a hacerse el sordo y finalmente decidió que estaba manco. No le dio la gana levantarse para alcanzar un bolígrafo para apuntar el correo electrónico.

  • Tengo por aquí una libreta. Te voy a leer.
  • No hombre, eso mejor en persona. Yo lo que quiero saber es si tú estás dispuesto.
  • Es un artículo sórdido de un pentacornio que tuvo…
  • Por favor.
  • Pero mira, si tú lo que quieres es un tema de gastronomía, hay un menú de chuleta de misionero, porque vamos a ver, lo importante son las proteínas, y te pongas como te pongas, tenemos que liberarnos de prejuicios. Aquí falta un estudio serio sobre cocina antropofágica.
  • ¿Oye, tú tienes ordenador?
  • No, pero, mira, yo te lo mando…
  • Pero sabes escribir a máquina.
  • Coño, hace mucho que no escribo, pero si me pongo…
  • Déjalo, me lo mandas manuscrito, pero vete empezando ya, porque yo quedé en que la colaboración tuya era para la semana que viene. ¿Tienes mi dirección?

Entonces empezó a hablar de una receta de bacalao, que la gente está muy equivocada con el bacalao. Por ósmosis las moléculas de. Apaga y vámonos. Tuve que decir entonces verdades muy duras para un cavernícola digital, que lo que quería era ahorrar tiempo y trabajo sirviéndonos de las tecnologías. Por ejemplo, yo le mandaba las preguntas, que no tenía que seguirlas al pie de la letra, que eran orientativas, solo para que se hiciese una idea, que ya somos perros viejos, y entonces él me contestaba más o menos en el mismo orden. Insistiendo mucho en el más o menos para que no se agobiase. Al otro lado del cable cuajaba un silencio del género haz lo que te pete, porque no me estoy enterando de nada. Que podía crear un blog donde yo le hacía las preguntas. Era cosa de copiar y pegar en Word, y así él iba intercalando. El silencio pasó a nivel cuatro, por decir algo, y pensé que estaba hablando a un muerto.

  • ¿Oye, estás ahí?
  • Sí, sí, te estoy escuchando, pero mira, lo mejor va a ser que yo hable con un amigo que tengo y me lo explica, porque a lo mejor tú ahora estás ocupado y yo te estoy robando el tiempo.
  • Que no, hombre, que es muy sencillo.

Le dije que si le resultaba incómoda la tableta que le regalaron por Reyes, que es un rollo la pantalla táctil, lo mejor era enchufarle un teclado convencional, que es lo más parecido a una Underwood, que mirase si tenía un puerto uesebé, que ya está todo inventado para estos casos, que otra cosa son los chavales que empezaron con la Nintendo y ya te colocan las fotos en instagram, ¿sabes lo qué es eso? y así no gastas memoria. Además no está todo perdido, porque un curso de informática, y tal, que la terapia ocupacional va muy bien.

  • Oye, que yo soy escritor, y tú te podías ir a la mierda.
  • Bueno, vale.

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