Todos somos Asli Erdogan: de su libertad depende la nuestra

«Son las cinco de la mañana, el tren que rueda hacia Auschwitz va lleno a reventar de condenados de la memoria. Los cabellos de las mujeres muertas, cortados antes de arder en los hornos, la oreja mutilada de Bünyamin encontrada en un basurero de  Cizre, los anillos del infierno, insaciables, más tortuosos que la vida humana…”, Asli Erdogan, «Le silence même n’est plus à toi» (“Ni siquiera el silencio te pertenece”, editorial Actes Sud, París enero 2017, recopilación de los artículos escritos en apoyo de las reivindicaciones kurdas en el diario Özgün Güden, cerrado por la justicia turca que tiene detenidos a todos los redactores y colaboradores por “pertenencia a organización terrorista”).

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Asli Erdogan

Asli Erdogan, la escritora turca más conocida mundialmente, nacida el 8 de marzo de 1967, es novelista, periodista y militante de los derechos humanos, galardonada con el Premio Tucholsky 2016.  Fue detenida el 17 de agosto de 2016,  junto con sus colegas de Özgün Güden, encarcelada en la prisión Barkirköy de Estambul por criticar al gobierno de su país, y liberada el 29 de diciembre de 2016; el juicio, fijado en principio para marzo, parece que se celebrará finalmente el 22 de  junio de 2017.  Acusada de propaganda terrorista y atentar contra la unidad del Estado, pueden condenarla a cadena perpetua.

“Figura emblemática de la insumisión a la dictadura turca –escribe en el diario Libération Nora Seni, profesora en el Instituto Francés de Geopolítica de la Universidad Paris VIII, exdirectora del Instituto Francés de Estudios Anatlios de Estambul y autora de “Para qué sirve Turquía en Europa”, artículo publicado en la revista Hérodote en febrero 2017-,  Asli Erdogan hace resonar en su última obra el martirio de las ciudades kurdas de Turquía, evocando los campos de concentración de los judíos en Europa. Una evocación que es todo menos banal o inesperada (…) Parece como si, por no haber participado en la Segunda Guerra mundial, Turquía deba quedar al margen de los cuestiones existenciales que ha planteado en Europa el descubrimiento de los campos de exterminio…”

“No habría llegado hasta aquí, ha confesado Asli Edogan a una periodista de Le Monde, si no hubiera estado inmersa, desde mi más tierna infancia, en un universo de violencia y terror. A los cuatro años ya conocía el significado de las palabras ‘tortura’, ‘cárcel’, ‘comunismo’… Mi padre era un ferviente militante, antiguo líder de sindicato estudiantil en los años 1960. Mi primer recuerdo es el terror que sentí aquel día de 1971 cuando vi un camión militar aparcado delante de nuestro inmueble y de él salían decenas de soldados que invadieron nuestra casa y detuvieron a mi padre, mientras mi madre lloraba. Le soltaron a los pocos días, porque buscaban a un vecino huido, pero eso me causó pesadillas hasta los 20 años”.

La madre de Asli Erdogan procedía de una familia de intelectuales de Tesalónica; era poeta, tocaba el violín y había estudiado Economía. Su padre era de origen kurdo circasiano y cargaba con él la historia de un pueblo desarraigado, que había pasado por masacres y un genocidio. Pese a ser de una familia muy pobre, había estudiado en la Academia Militar y en la Facultad de Ingeniería.

Considerada superdotada con un coeficiente muy elevado, Asli Erdogan aprendió a leer y escribir a los cuatro años: “Pero era introvertida, incapaz de hacer amigos”. Siempre estaba leyendo. En la adolescencia empecé a escribir poemas en secreto”, aunque su abuela los envió a una revista que los publicó. A los 22 protagonizó un segundo intento de suicidio, y después decidió “aceptar a vida, con todos sus sufrimientos”.

El pasado 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora que coincide con el cumpleaños de Asli Erdogan, varias personalidades francesas (políticos periodistas, artistas y militantes), publicaron una columna en el diario Libération, titulada “Salvemos a Asli Erdogan y a los demócratas encarcelados en Turquía”:

(…)  “En una Turquía que fue el único país musulmán laico y que hoy da la espalda a cualquier esperanza democrática, ella encarna los derechos humanos y la democracia burlada (…) La solidaridad salva vidas y libertades (…) Hasta que no sean liberados Asli Erdogan y los demócratas turcos amenazados  seguiremos con la cadena de solidaridad que se ha creado en Europa (…) leeremos en voz alta las obras de Asli Erdogan, hablaremos de ella y de ellos (…) exigiremos su libertad. Que sepan que no los olvidamos, que estamos de corazón junto a ellos, conscientes de que de su libertad depende también la nuestra”.

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