Una hoja de afeitar determina el futuro; quizás ese que no se ha elegido porque viene con ellas. Ellas son las mujeres que nacen niñas pero no pueden saber más. Su destino se ve marcado desde que en apenas unos segundos dejan de sentir; de ofrecer su dolor como parte de la historia; de su historia personal que de forma inevitable llega de manos de las que les procurarán la ablación.
La Unicef y la Organización Mundial de la Salud hablan de 29 países en donde se concentran estas víctimas de la mutilación genital femenina. África, Yemen e Irak principalmente y Egipto que tiene aproximadamente 27,2 millones de víctimas, seguido de Etiopía, 23, 9 millones y Nigeria, 19,9 millones.
Este dolor que ya no es solo físico les lleva a sentir uno más profundo; ese que irá con ellas para siempre. Más de 125 millones de mujeres en todo el mundo pasan de la infancia a la adolescencia marcadas para siempre. La mutilación genital es parte del proceso y su clítoris, a veces los genitales externos y muchas veces el espacio necesario para poder menstruar y orinar es lo que les queda hasta que vuelva a ser abierto en la noche de bodas.
Un ritual que purifica a las mujeres de su femineidad un dolor que las hace insensibles y nunca podrán volver a sentir. Placer sexual que se ve inerte, inermes, atienden a los deseos de ser esposas devotas; fieles mujeres para siempre a las que les es negado eso tan grande que tienen las demás. Aparte del daño inmenso descrito existe uno que pocas veces se repara. Uno que forma parte del rito; infecciones; dolores menstruales muy dolorosos; dificultad para orinar; infecciones de riñón; partos complejos y muertes intrauterinos por la infibulación.
La mutilación genital femenina no se infiere de la religión islámica; no tiene nada que ver con la sharia. Una norma social que implica solamente una enorme desigualdad entre hombres y mujeres y un control exacerbado por parte de estos hacia ellas. Luchar contra la ablación es una realidad para algunas mujeres que en su día fueron mutiladas. En España también hablamos de cifras; 17.000 niñas que no podrán ser mujeres que se unirán a la gran cifra de 200 millones de niñas que ya fueron mutiladas.
Médicos del mundo ha impulsado una campaña de sensibilización para estos casos en los que se anima a firmar un contrato entre los pediatras y las familias; «un viaje sin compromiso». Dar a conocer qué se está haciendo para que no se vuelva a hacer; informar, dar una oportunidad para que los hombres también conozcan el lado negativo de este ritual. Nadie quiere hacer sufrir a sus hijas pero tampoco realmente saben qué están haciendo con ello. Las mujeres mutiladas no quieren que sus hijas lo estén. Una realidad que hoy, todavía hoy; sigue siendo una práctica habitual. No duele el cuerpo; duele el alma. Ese alma desgarrada que vivirá muerta para siempre.